Última candidatura del Comandante Chávez marcó historia con la entrega del Plan de la Patria

Eran las 5 de la tarde del 11 de junio del 2012 y en las adyacencias del Consejo Nacional Electoral en Caracas no cabía un alma. El ambiente era de alegría y emoción, esa algarabía que ha identificado a las movilizaciones chavistas a lo largo de los años. Entre consignas, cornetas, gritos, risas y hasta llanto, el pueblo de Venezuela se reunió masivamente para acompañar a su candidato, Hugo Rafael Chávez Frías, a inscribir formalmente su candidatura a la presidencia.

Ninguno de los presentes imaginaría (o más bien, nadie quería pensar) que esa sería la última. Pero Chávez, siempre visionario, no se limitó a cumplir con su deber y las leyes, si no que como solía hacerlo, fue más allá, rompiendo paradigmas y marcando la historia como lo hacen los grandes hombres del mundo.

Si algo identificaba a Chávez era su verbo y en cada participación tenía que haber una palabra, profunda y comprometida. Es así como al inscribirse definió su postulación como «la candidatura de la Patria, la candidatura de la mayoría de los venezolanos, la candidatura de la construcción de la Patria independiente, libre y socialista».

Tras plasmar su firma, sellando el compromiso y la responsabilidad que ello conlleva, entregó al Poder Electoral venezolano su propuesta de Programa de Gobierno, al que denominó «Plan de la Patria 2013-2019», un extenso documento resultado de un arduo trabajo de estructuración realizado previamente.

Por encima de todo ese cuadro y guiado por el propósito de cambiar la forma en la que estaban concebidas las elecciones en Venezuela, hizo entrega de dicho instrumento «como compromiso de vida, de lucha, de batalla y por supuesto de victoria», según sus propias palabras.

«Entregarle este documento tiene para mí, para nosotros, la mayor importancia, porque como lo hemos asumido desde hace mucho tiempo, las elecciones para Presidente de la República debe ser mucho más que aquel tradicional carnaval electorero que hubo aquí durante mucho tiempo; este es un compromiso, por eso quise incluso estampar mi firma», aseveró el Comandante Chávez.

Además, siempre consecuente, se comprometió a reconocer ante Venezuela y el mundo el resultado de las elecciones presidenciales del 7 de octubre, enalteciendo la calidad y confiabilidad del sistema electoral venezolano.

«Nunca antes en toda la historia política venezolana tuvo nuestro país un árbitro electoral del tamaño de la transparencia y de la calidad y del compromiso que hoy tiene el Poder Electoral venezolano. ¡Yo me rindo ante ustedes como árbitro!», enfatizó ante las autoridades del CNE, los presentes y todos los que seguían este crucial momento a través de los medios.

A las 5:05 de la tarde ya estaba en manos de la presidenta del CNE, Tibisay Lucena, el Plan de Gobierno. Esos cinco minutos marcaron la historia contemporánea de Venezuela con la entrega del Plan de la Patria. Además, era la segunda vez que se postulaba para ser reelegido de inmediato para un nuevo período, según el artículo 230 de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela.

Para culminar la formalización, Lucena hizo entrega al candidato de la Patria del comprobante de recepción de la misma, mientras se escuchaba al unísono a una multitud que gritaba ¡Uh, Ah Chávez no se va!

Un plan con objetivos trascendentales

Pasadas las seis de la tarde la Plaza Diego Ibarra continuaba abarrotada. La gente escuchaba con atención el discurso de su candidato presidencial, quien presentó ante el país y el mundo la versión del Plan de la Patria en un formato especial para su distribución masiva (tipo periódico).

La idea de repartir el programa masivamente era generar el debate popular, con el objetivo final de entregarlo a la Asamblea Nacional para su discusión y publicación como Ley de la República. En tal sentido, Chávez exhortó al pueblo a comenzar lo más pronto posible el estudio del mismo.

«Ahora, yo le pido a todos los líderes de los partidos políticos, de los movimientos sociales, las corrientes populares, ahora el pueblo, las asambleas populares; ahora vamos a empezar a debatir esta propuesta, desde hoy hasta finales de año (…) yo aspiro, entregar a la Asamblea Nacional el programa completo de gobierno, que sería el II Plan Socialista de la Nación, 2013-2019, para que la asamblea lo debata y se convierta en Ley de la República como manda la Constitución Bolivariana. No quiero que perdamos ni un solo día», exclamó.

Con su acostumbrado método pedagógico, Chávez explicó en detalle el programa, asegurando que él mismo redactó los cinco grandes objetivos históricos, invitando a todos los sectores a participar.

«Someto al pueblo cinco grandes objetivos históricos y como su palabra o como la misma palabra lo dice, son históricos porque vienen de lejos, de atrás, se ubican en la perspectiva del tiempo pasado y se ubican en la perspectiva del tiempo por venir, nos trascienden a nosotros mismos, trascienden el tiempo de ayer, trascienden el tiempo de hoy rumbo al tiempo del mañana, son los grandes objetivos permanentes», dijo con convicción.

Pasaban las horas y la atención no se dispersaba aún con la llegada de la noche. El discurso del líder de la Revolución ubicaba al país en el momento histórico que se estaba viviendo y la importancia de cumplir con los objetivos del Plan.

Una candidatura en defensa de la independencia

En ese orden, la defensa de la independencia, ante los aires imperialistas de la oposición, resultaba un punto de partida. «El bien más preciado que hemos logrado en estos 13 años de gobierno bolivariano, de Revolución Bolivariana: la independencia (…) Nos estamos jugando la independencia. El majunchismo lo que propone es el nuevo coloniaje», aseguró.

«El terco Chávez» afirmaba que Venezuela se está jugando el futuro de este siglo e hizo un llamado para unir fuerzas y «convertir a Venezuela en una zona de paz y contribuir a que América Latina y el Caribe se conforme como una zona de paz, que se acaben aquí las guerras, las invasiones y los conflictos, y luego la salvación de la especie humana».

Entre sus palabras finales, como si se tratara de una despedida profética, contó que desde una ventana miraba el Cuartel de la Montaña y pensaba con humildad, fe y sentimiento, que «uno ha venido por esos rumbos de la vida de la mano, de la mano de Dios»; al recordar el camino andado desde hace unos 40 años, «de milagro en milagro».

«Un día como ayer, me operaban la primera vez. A los pocos días llegó Fidel y me dijo: Chávez, tienes cáncer, ¡uff! Aquello fue terrible, yo pensé que todo se acababa, pero igual soldados somos y en el camino vamos; y la otra operación, y la otra, y un año después estoy aquí frente a ustedes en la Plaza Diego Ibarra, inscribiendo la candidatura para la gran victoria del 7 de octubre«, manifestó.

Casi tres horas después de iniciado el discurso, cerca de las nueve de la noche, con una innegable conmoción, Chávez agradeció al Pueblo por su amor, por sus oraciones, mientras se sentía a la gran masa de gente aclamando un milagro más: su sanación.

«Compañeros, compañeras, pueblo mío y amado, ¡gracias, gracias por su amor!, ¡gracias por sus oraciones!, ¡amor con amor se paga!, ¡aquí estoy desbordado de amor y de pasión patria diciendo: Los que quieran patria vengan conmigo! ¡Hasta la victoria siempre!», así se despidió el Comandante Supremo, dejando el camino abierto para darle a la Revolución «una buena dirección», como decía El Libertador Simón Bolívar.

Texto: Berenice Sulbarán

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