Fabricio Ojeda fue asesinado en el Gobierno de Raúl Leoni (Reportaje)

Periodista de fuste, presidió la Junta Patriótica que luchó clandestinamente contra la dictadura de Marcos Pérez Jiménez, en el 1962  abandonó la curul que logró por Caracas el 7 de diciembre de 195, para irse a las guerrillas y apareció ahorcado en la sede del SIFA el 21 de junio de 1966, luego de ser detenido en el litoral dos días antes y por su trayectoria revolucionaria,  el Gobierno Bolivariano Chavista que preside el  Presidente Obrero Nicolás Maduro Moros ha decretado el traslado de sus restos al Panteón Nacional, hecho que se concretará el 23 de enero de este mes de enero.

Cuando están por cumplir  51 años del asesinato del periodista, educador y comandante guerrillero Fabricio Ojeda, surge la proposición del dirigente del chavismo Diosdado Cabello Rondón, de trasladar sus restos al Panteón Nacional para que reposen al lado de los grandes próceres nacionales y extranjeros que lucharon bajo el mando del Padre Libertador Simón Bolívar,  por nuestra independencia nacional, moción pública que fue acogida en la misma forma por el Presidente Obrero, Nicolás Maduro Moros, quien anunció que dicho traslado se realizará el venidero 23 de enero, cuando se cumplirán 88 años  del nacimiento en Boconó de quien fue uno de los líderes de la lucha contra la dictadura de Marcos Pérez Jiménez, como presidente de la Junta Patriótica que fue, la cual nació el 14 de junio de 1957 con la presencia de los representantes de AD, COPEI, PCV y URD, como los fueron respectivamente Eduardo Ortiz Bucarán, Enrique Aristiguieta Gramcko, Guillermo García Ponce y Fabricio Ojeda.

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En efecto, el pasado 21 de junio  se cumplieron  50 años del asesinato por funcionarios del SIFA, de Fabricio Ojeda, quien había sido detenido cuatro días antes en una vivienda del litoral central, en los predios de Catia de la Mar. Allí se encontraba Fabricio Ojeda en compañía de su entonces compañera Anajantzi Jiménez, su compañera entonces,  y  Mario Matute Bravo, quien por cierto había sido funcionario de alto rango en el gobierno de Pérez Jiménez y tuvo mucho contacto con Fabricio Ojeda, quien entonces “cubría” la fuente periodística del Palacio de Miraflores para el diario que el tres de agosto de 1943, había fundado Miguel Otero Silva, lo cual le permitía obtener informaciones de primera mano o si queremos “tubazos” en el argot periodístico.

Fabricio Ojeda vino a ser otra víctima mortal del puntofijismo, a cuyo frente estaba Raúl Leoni, quien siguió al de Rómulo Betancourt, el mismo que le dio inicio a la criminalidad política de aquellos 40 años que se iniciaron en el 1959 y concluyeron en febrero de 1999 con el ascenso del Comandante Eterno Hugo Rafael  Chávez Frías, que además lanzó aquella consigna criminal de “disparar primero y averiguar después”, a los pocos días de haber firmado la Constitución, aprobada el 23 de enero de 1961, la cual concluyó al ser aprobada la vigente por la gran mayoría del pueblo venezolano el 15 de diciembre del año 2000, y que sabemos fue violada en todos los límites que se puedan concebir.

El  21 de junio de este año 2017  se cumplirán 51  años del asesinato por funcionarios del SIFA de Fabricio Ojeda, quien fue otra víctima del criminal gobierno que presidió Raúl Leoni y el segundo de Acción Democrática y del Pacto de Punto Fijo. El primer Gobierno puntofijista lo presidió Rómulo Betancourt, el iniciador de aquellos 40 años de criminalidad gubernamental que dejó no menos de 150.000 víctimas mortales, aunque algunos, señalan que fueron más de 200.000, en las cuatro décadas transcurridas entre 1959 y 1999, cuando asumió el poder presidencial el Comandante Eterno Hugo Rafael Chávez Frías y se le puso fin a esa criminalidad.

Fabricio Ojeda había nacido el  6 de febrero de 1929 en Boconó, y después de transitar por la primaria y secundaria ejercería el profesorado y estudiaría y ejercería el periodismo, a la vez que actuaba en acciones clandestinas de neto corte revolucionario contra la dictadura de Marcos E. Pérez  Jiménez, presidiendo la Junta Patriótica que se conformó el 14 de junio de  1957 con representantes de los  comunistas y adecos, que también estaban en la clandestinidad, COPEI y URD: representados respectivamente por Guillermo García Ponce, Silvestre Ortiz Bucarán, Enrique Aristiguieta Gramcko y el propio Ojeda, quien la presidió y dada esa figura, fue  quien anunció por radio la huida del dictador en la madrugada del 23 de Enero de 1958.

Así fue en efecto, Fabricio Ojeda, se constituyó en uno de los periodistas más destacados de los días previos y posteriores a la caída de Pérez Jiménez y como militante de URD, resultó electo diputado, en las primeras elecciones de la etapa democrática del puntofijismo que conformaron Rómulo Betancourt, Rafael Caldera y Jóvito Villalba, quienes representaron a los partidos AD, COPEI y URD. Bien poco duraría esa tranquilidad política de la democracia, pues desde Miraflores Rómulo Betancourt, ya abiertamente declarado agente del imperio norteamericano, impuso su criminal política que respaldó con aquella consigna de “disparar primero y averiguar después”, que obtuvo como respuesta la lucha armada por parte del   PCV, el MIR (conformado por el sector marxista leninista que enfrentó el pro imperialismo y la política criminal de Betancourt y el 9 de abril de 1960,  se desprendió de AD y creó el partido Movimiento de Izquierda Revolucionaria) y sectores avanzados de URD, encabezados precisamente por Fabricio Ojeda, quien el 30 de junio de 1962, abandonó la Cámara de Diputados para irse a las guerrillas en las  montañas de los estados  Portuguesa, Trujillo, Barinas, Lara, Falcón y Yaracuy. Cerca de cuatro  años después —21 de junio de 1966— caía asesinado por el SIFA, en el Palacio Blanco, donde este cuerpo tenía su sede en aquellos años, exactamente frente al Palacio de Miraflores, donde ejercía el mando presidencial Raúl Leoni.

Al abandonar la  Cámara de Diputados, Fabricio Ojeda pronunció un discurso, que el tiempo histórico ha recogido en sus  anales como una de las piezas oratorias y de honestidad revolucionaria más importantes que hayamos oído desde que el pueblo caraqueño le dijo a Vicente de Emparan y Orbe “¡No, no, no lo queremos! … ¡Fuera, fuera, fuera!”, aquel 19 de Abril de 1810.

Fue el 30 de junio de 1962, cuando Fabricio Ojeda renunció a la diputación  que por el Distrito Federal había ganado en buena lid, el 7 de diciembre de 1958, para irse a luchar  con las armas en las manos contra el Gobierno de Rómulo Betancourt, quien ya sabemos que no era más que un representante de los Estados Unidos en nuestro país, imponiendo una política  represiva que fundamentó en aquella  consigna por demás criminal, citada arriba, con la cual le estaba ordenando a sus cuerpos policiales y milicias de Acción Democrática que mataran a sus enemigos políticos, que en sus 5 años, dejó unas 5.000 víctimas mortales.

De aquellas palabras que conformaron el discurso de renuncia de Fabricio Ojeda a la curul en la Cámara Baja, tomamos algunos párrafos, veamos:

“Señores Presidente, Vicepresidente y demás miembros de la Cámara de Diputados, Palacio Legislativo, Caracas, distinguidos colegas: “En el primer aniversario de la suspensión de las garantías Constitucionales, un grupo de estudiantes de la Universidad Central y yo, hicimos una promesa de extraordinaria significación. Estábamos en el Cementerio General del Sur, frente a la tumba de Alberto Rudas Mesones –uno de los tantos jóvenes caídos en la lucha por la libertad–, allí levantamos las manos y las voces y juramos: que el sacrificio de nuestros mártires no sería en vano. Juramos continuar sus pasos y cumplir su obra, para que la sangre derramada retoñase en nueva vida para el pueblo».

“Y desde entonces comenzamos a prepararnos para el cumplimiento irrenunciable. Con este objetivo, redimir al pueblo haciendo honor al sacrificio de sus mártires, hemos trabajado sin descanso, hemos luchado sin cesar. Ahora a mí, solo me queda, como decía un insigne pensador latinoamericano (José Martí), `cambiar la comodidad por la miasma fétida del campamento, y los goces suavísimos de la familia por los azares de la guerra, y el calor del hogar por el frío del bosque y el cieno del pantano, y la vida muelle y segura por la vida nómada y perseguida y hambrienta y  llagada, enferma y desnuda.  Es por ello, colegas Diputados, que vengo ante ustedes a expresar la decisión de dejar el Parlamento –este recinto que pisé por voluntad del glorioso pueblo caraqueño, hoy oprimido y humillado–, para subir a las montañas e incorporarme a los compañeros que ya han iniciado el combate y con ellos continuar la lucha revolucionaria para la liberación de Venezuela, para el bienestar futuro del pueblo, para la redención de los humildes´».

“Estoy consciente de lo que esta decisión implica, de los riesgos, peligros y sacrificios que ella conlleva; pero no otro puede ser el camino de un revolucionario verdadero. Venezuela –lo sabemos y los sentimos todos, necesita un cambio a fondo para recobrar su perfil de nación soberana, recuperar los medios de riqueza hoy en manos del capital extranjero y convertirlos en instrumento de progreso colectivo.  Esta es nuestra decisión, este nuestro camino. Vamos a las armas con fe, con alegría, como quien va al reencuentro de la Patria preferida. Sabemos que con nosotros está el pueblo, el mismo que en todas las épocas memorables ha dicho presente ante todo lo noble, ante todo lo bueno, ante todo lo justo».

“Hacemos armas contra la violencia, la represión, las torturas, el peculado. Tomamos las armas contra las depravaciones y la traición. No lo hacemos por romántica concepción de la lucha ni sometidos a otra decisión que a la nuestra, sólo comprometida con Venezuela. No hacemos la guerra contra las Fuerzas Armadas, en su conjunto, en cuyo seno nos consta por experiencia personal y por la acción conjunta que libramos en Enero del 58, se han formado oficiales cuya única ambición es también la nuestra: ser útiles a la Patria y servir a su grandeza y soberanía. Y porque la inmensa mayoría de las clases y soldados pertenecen a las clases humildes, a las familias sin pan, ni tierra, ni libertad. Y si algunas de sus jerarquías han sido colocadas como ciego e incondicional instrumento personalista del grupo de Rómulo Betancourt, ello no puede ocultarnos que más temprano que tarde, civiles y militares nos encontraremos juntos en un mismo propósito fraternal y patriótico. Evidencia de esta afirmación es la reciente sublevación de Carúpano (4 de mayo de 1962) y la heroica acción de Puerto Cabello (2 de junio de 1962), en las cuales oficiales de limpia trayectoria como Jesús Teodoro Molina Villegas, Pedro Medina Silva y Manuel Ponte Rodríguez, entre muchísimos otros oficiales, supieron dar un paso al frente de la historia, antes de vivir en la ignominia».

“Allí se demostró cómo en el seno de las Fuerzas Armadas hay hombres que sienten la Patria en su exacta dimensión y que inspirados en las lecciones de Bolívar, siguen su ejemplo de valor, de nobleza y patriotismo y como este Gobierno llega hasta el bombardeo de ciudades abiertas, al genocidio, para tratar de conservar una situación ya insostenible. El camino trillado por ellos, habremos de continuarlo para que al salir de la prisión gloriosa, los oficiales, clases, soldados y civiles de la heroica acción de Carúpano y Puerto Cabello, puedan vivir dentro de una Patria nueva, como la que hemos soñado todos y por la cual ellos combatieron. No hacemos las armas contra el Ejército, la hacemos contra quienes sirven a los monopolios extranjeros causantes de nuestra pobreza; hacemos la guerra, contra los asesinos de estudiantes, de obreros, de campesinos; hacemos la guerra contra los que roban y comercian a nombre de una democracia falsa; hacemos la guerra contra los que siembran el hambre, la angustia y el dolor en la familia venezolana; hacemos la guerra contra una vida de corrupción, de odios y de intrigas; en fin, hacemos la guerra para que la aurora de la libertad y la justicia resplandezca en el horizonte de la Patria».

“La defensa del Parlamento independiente corresponde a todos y la defensa de la Constitución es un deber irrenunciable. Por ello, cuando hacemos armas contra este Gobierno, las hacemos por la restitución constitucionalidad democrática, por la Cámara de Diputados escarnecida y atropellada, por la independencia de los poderes públicos, por la democracia y la justicia. Convoque, pues señor presidente, al suplente respectivo porque yo he salido a cumplir el juramento que hice ante ustedes de defender la Constitución y las leyes del país. Si muero no importa, otros vendrán detrás que recogerán nuestro fusil y nuestra bandera para continuar con dignidad lo que es ideal y saber de nuestro pueblo. ¡Abajo las cadenas! ¡Muera la opresión! ¡Por la Patria y por el Pueblo! ¡Viva la Revolución!…”.

Este discurso fue pronunciado hace 57 años y en las más de esas cinco décadas, quedó patentizado el importante rol que están realizando nuestras gloriosas FA, hoy realmente Bolivarianas y defensoras de nuestra soberanía y los intereses patrios, por los cuales rindió si vida aquel periodista revolucionario que fue Fabricio Ojeda.

Un revolucionario auténtico

En el marco de la etapa dictatorial, Fabricio Ojeda fue destacado por el diario que el 3 de agosto de 1943, fundara Miguel Otero Silva en el Palacio de Miraflores. Esto le permitió estar cerca del dictador Marcos Pérez Jiménez y de ahí que obtuviera informaciones de primera mano, que le ganaron la confianza del tirano y sus ministros. También le permitió constituirse en el presidente de la Junta Patriótica y tener contacto con las cabezas más visibles de los sectores clandestinos. Todo esto lo llevó a ser de los primeros en conocer la huida de Pérez Jiménez. Mas,  la dirigencia del PCV, sin clara visión del gran papel que estaban jugando, se durmieron en los laureles y no plantearon el ingreso de Ojeda a la Junta que presidió el contralmirante Wolgfang Larrazábal Ugueto, pero si permitieron el ingreso de Eugenio Mendoza, la cabeza más visibles del empresariado y de los sectores dominantes en aquellos días.

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Al abandonar la Cámara Baja se iría a los Andes, donde se unió a otros jefes para crear varios frentes guerrilleros, que en las primeras de cambio lo llevaron a la cárcel, con una condena de 18 años en un juicio múltiple contra  más de 150  militantes revolucionarios, realizado en el gimnasio del hoy Fuerte Tiuna. Con varios de estos logra fugarse de la prisión de la Cárcel de Trujillo donde resulta herido en un tobillo al saltar un muro. Entre los jefes militares del Carupanazo y del Porteñazo y de otras acciones militares, figuraron Jesús Teodoro Molina Villegas, Pedro Vegas Castejón, Pedro Medina Silva, Juan de Dios Moncada Vidal, fueron algunos de ellos. Lúben Petkoff, Gregorio Lúnar Márquez, y el propio Fabrico Ojeda, fueron de los civiles que se fugaron.

Comandante Roberto, primeras víctimas

El nombre de Fabricio Ojeda  ha sido sustituido por el alias de Roberto, con el cual funciona en las montañas de Portuguesa, Barinas y Trujillo, donde opera Juan Vicente Cabezas, Comandante Pablo, como jefe principal del  frente “José Antonio Páez”, del cual es nombrado su primer Comandante. Para entonces las guerrillas están instaladas en varios estados. Falcón y Lara son los fundamentales,  siguen Yaracuy, Trujillo, Barinas, Portuguesa. Pero el primer foco nació en Mérida, en “La Azulita” y fue bautizado con el nombre de “Francisco de Miranda”, como el Precursor.

En los extremos de Oriente se asoman en Turimiquiri y en Caripe, en los estados Sucre y Monagas, con el nombre del “Gran Mariscal de Ayacucho” y del capitán de navío Manuel Ponte Rodríguez, quien fue jefe del Porteñazo, e iría a ser dejado morir en el San Carlos por Raúl Leoni y su ministro de la Defensa, Ramón Florencio Gómez.

Argimiro Gabaldón, constituía “el alma” de las guerrillas y su frente lleva el nombre del Padre Libertador Simón Bolívar, que se desplazaba por Lara, Falcón, Yaracuy y otros escenarios de los estados del centro occidental. En los llanos la guerrilla hace también su aparición. Américo Silva fue el que lideró ese frente.

Douglas Bravo, Luben Petkoff, Elías Manuit Camero, Gregorio Lúnar Márquez, Pedro Medina Silva,  Alfredo Maneiro, el ya citado Juan Vicente  Cabezas, quien comanda en El Charal, que es el frente al cual se incorpora Fabricio Ojeda o  Comandante Roberto, son algunos de los jefes de esos aparatos armados.

Toribio García, Iván Daza y Oswaldo Orsini van a ser de las primeras víctimas que deja la represión, porque fueron asesinados después que estaban en manos del enemigo. Como fue el caso del propio Fabricio Ojeda, quien fue victimado en las salas de interrogatorio y torturas del SIFA. En los días, meses y años subsiguientes caerían decenas en la misma forma,  y también en enfrentamientos.

Cae Argimiro Gabaldón

El 13 de diciembre de 1964, cae Argimiro Gabaldón, el gran jefe guerrillero. A  uno de sus subalternos se le dispara el arma y la bala da en el cuerpo de Gabaldón. Dos de sus hombres (Francisco Yánez y Pavel Rondón) lo trasladan al hospital de El Tocuyo, a cuyas puertas dejan al jefe guerrillero herido. Fue un golpe mortal para la lucha armada en las montañas. Ya para los días finales de este año, se estaban ventilando discusiones en el Cuartel San Carlos entre los parlamentarios del PCV y el MIR, que Betancourt había metido presos arbitrariamente desde el 30 de septiembre de  1963. La lucha armada  era el centro de tales discusiones que luego se centran en las propias organizaciones. La dirección del MIR renunció a la misma. El PCV haría lo propio más tarde y en el 1965 surge el llamado fraccionalismo.

Lo encabezaban quienes hoy están en el extremo de la derecha. En el 1964, las guerrillas del MIR, atrincheradas en las montañas de El Bachiller, recibieron  numerosas incursiones aéreas y al tratar de salir fueron diezmados sus integrantes. Dos de ellos, Víctor Ramón Soto Rojas y Trino Barrios, fueron detenidos el 26 de julio en el sitio conocido como Paso Real y  los desaparecieron. En el 1966, los restos de Barrios fueron desenterraos en la hacienda “Los Colorados. De su compañero, se supo que fue lanzado con vida desde un helicóptero en pleno vuelo y así lo denunció en más de una oportunidad su madre, Rosa Rojas de Soto, quien falleció en años recientes a los 102 años.

Muchos son los nombres de quienes se la jugaron en las guerrillas y hoy están resteados al lado del proceso revolucionario que inició Hugo Chávez y continúa  Nicolás Maduro. Algunos han fallecido, como es el caso de Moisés Moleiro, quien insistió en ese tipo de lucha, y en el 1966, dirigió un desembarco de cubanos que fue desbaratado por las fuerzas venezolanas. Gabriel Puerta Aponte, Américo Martín, entre otros forman parte hoy de la llamada  Mesa de la Unidad o MUD, conformada por el fariseísmo fascista.

El desplome total de las guerrillas quedó marcado el año 1969, bajo la presidencia de Rafael Caldera, quien llamó a la pacificación y puso al Cardenal José Humberto Quintero al frente de las negociaciones. Muchos insistieron, pero finalmente accedieron y hoy pertenecen a la MUD.

Fabricio con Tirso Pinto

Después de la muerte de Argimiro Gabaldón (Chemiro como le llamó su padre, el General José Rafael Gabaldón), asumió el mando del frente Simón Bolívar el doctor Hernán Cortez Mujica, quien pronto sería sustituido por Tirso Pinto, quien narra un encuentro con Fabricio Ojeda así:

“Empezamos examinando la situación  del FLN (Frente de Liberación Nacional) en los estados  que abarcaba nuestro frente: Lara y Portuguesa. Me preguntó por las personalidades que lo integraban y le di la información de que disponía al respecto (…) También le informé que en Lara, en lo que concernía al apoyo  guerrillero, actuábamos mancomunadamente. El MIR había destacado dos de sus cuadros a las guerrillas. Carlos Betancourt  Comandante Gerónimo), que dirigía la Brigada II (zona urbana) y Chucho Vetancourt (Comandante Zapata), quien había causado el desgraciado accidente que causó la muerte de Argimiro…”.

“Esas consideraciones –sigue Tirso Pinto en su narrativa- las compartimos y yo por eso le dije: `Debes salir lo más pronto posible para Caracas. Yo te doy los contactos para que discutas esto con la dirección nacional del partido y te colocas bajo la protección  de su aparato de seguridad (…) Con esos propósitos salió Fabricio para Caracas, con la idea de regresar a nuestro frente, donde establecería su base de operaciones…”.

Muerte de Fabricio Ojeda en la sede del SIFA

fo2Fabricio Ojeda se vino a Caracas y se trasladó al litoral guaireño. Era el 19 de junio de 1966, cuando es apresado en una vivienda cerca de Playa Grande. Junto con él fueron apresados Anajantzi Jiménez, su compañera entonces,  y  Mario Matute Bravo, un hombre bastante vinculado al pérezjimenismo, en el cual ocupó elevados cargos en el Palacio de Miraflores.  El día 21 la noticia de su muerte  trascendió a todo el país y se proyectó más allá internacionalmente. Fue una víctima más de aquel gobierno de la Ancha Base que  presidía Raúl Leoni y conformaban URD y FND, que lideraban   Jóvito Villalba y Arturo Uslar Pietri, y con el general Ramón Florencio Gómez como titular de la Defensa, ese gobierno de los cientos de desaparecidos, fusilados, prisioneros políticos lanzados desde helicópteros en pleno vuelo (Víctor Ramón Soto Rojas), violaciones de mujeres, incluso en estado de gravidez, y otros desmanes cometidos por los cuerpos policiales,   en especial en la DIGEPOL y el SIFA.

Como  colofón de este reportaje sobre Fabricio Ojeda o Comandante Roberto, quien fue presidente de la Junta Patriótica (la integraban además, Silvestre Ortiz Bucarán, por AD; Enrique Aristiguieta Gramcko, por COPEI y Guillermo García Ponce, por el PCV) que se conformó el 14 de junio de 1957 para luchar contra la dictadura de Pérez Jiménez, citaremos lo que su  hermano Ramón Ojeda, actualmente abogado de la República Bolivariana de Venezuela, me dijo como a las dos y media de la tarde de aquel día 21 de junio de 1966, en la Sala de Examen de la Contraloría Municipal (situada entonces entre las esquinas de Municipal y Santa Capilla), donde prestábamos servicios:  “Chino acaban de matar a mi hermano Fabricio” y rompió a llorar.

Por Antonio Manrique 

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