Un cuarto de siglo observando y gerenciando de cerca la dinámica y “pegajosa” actividad gráfica industrial, editora de medios de comunicación (a la par ejercía la ingeniería civil), se convirtió en una muy grata y placentera oportunidad maravillosa de conocer, a través de sus actividades, las múltiples facetas noticiosas –distintas cada día– que se le plantean cotidianamente a los periodistas que manejan la profesión con pulcritud, objetividad, respeto y con un sentido cabal de lo que realmente son, es decir, servidores públicos en quien toda comunidad tiene un fiel defensor de los sagrados intereses colectivos. Lamentablemente, todo ese hermoso concepto se ha venido deteriorando en no pocos medios impresos, televisivos y radiales y ahora –gravísimo– apuntalado por unas mal llamadas redes sociales que han devenido en un uso irresponsable, con inadmisible irrespeto al ser humano.
Padecemos impunemente, como lectores, con dolor, un periodismo al revés, torcido, donde se infiere que el trabajo reporteril no se respeta y menos la pauta diaria a pesar de ser riguroso su fiel cumplimiento. Su exigencia ha pasado a ser innecesaria… A las pautas las sustituyen titulares de laboratorio, sobre el cual la orientación del jefe e inventiva redaccional se encargan de “cocinar” la noticia que interesa, no importa su veracidad ni el daño que cause adrede y mucho menos la maltratada moral y ética periodística. La llamada “gran prensa capitalina” y sus acólitos de provincia, en un insensato afán conspirativo que no cesa, llevan 15 años agrediendo la profesión y haciendo de las suyas… con obediencia automática, ciega, a los anunciantes.
Se impone en esos medios, anárquicos opositores todos, no la inserción obligada de la información veraz, real y oportuna que exige y a la que tienen derecho los lectores, sino una descarada manipulación informativa, inventos noticiosos para satisfacer “aliados” sin importarles las consecuencias infames que genera la inventiva prefabricada perversa.
Por: M.A. Guzmán Gómez
