La intensidad del placer y el dolor lo llevaron al arte

El maestro José Antonio Dávila habita en una montaña mirandina. Allí, en la intimidad de la colina, lee, se relaja y pinta a diario.

Su relación con la naturaleza siempre ha sido estrecha, sin embargo en los últimos años se ha intensificado: el creador ha reproducido en sus cuadros más recientes los gatos y frutas que forman parte de su cotidianidad.

De aquel niño solitario que en la ciudad de Nueva York dedicaba horas enteras a dibujar y pintar parece quedar mucho. Haciendo uso de una fina retentiva, Dávila narra con precisión el estímulo que su padre, pintor de casas y fachadas, generó en él al mostrarle calendarios norteamericanos bellamente ilustrados con paisajes.

—Destaca en su biografía que una de sus grandes influencias fue “el pintor de El Ávila”, Manuel Cabré, ¿qué encontró en esos cuadros que lo inspiraron tanto?

—El paisaje de Cabré lo tenía desde muy chiquito arraigado. Un día viniendo del colegio vi un pintor que realizaba un paisaje en El Valle, me quedé viéndolo tan concentrado que no tuve más noción del tiempo. Al llegar a mi casa hice un pequeño bastidor con las cosas que tenía mi papa, empecé a hacer un cuadro con ese motivo.

Esa primera obra se titula Paisaje y el maestro aún lo conserva. “Ese cuadro tiene tonalidades de los cerros de Cabré. Al hacerlo tuve una sensación de deleite, como cuando uno está enamorado. Por eso me hice pintor”, explica.

—¿Qué lo llevó a sumarse a movimientos vanguardista, de renovación plástica, como el Taller Libre de Arte (TLA) y el Taller de Arte Realista de Caracas (TARC)?

—En el TLA lo que hice fue unas visitas esporádicas, no pertenecí nunca a una organización vinculada a ellos. Después que abandonamos la Escuela de Artes Plásticas empecé a trabajar como autodidacta en mi taller en El Valle. Tampoco fui miembro activo del TARC, me vinculaba a ellos por afinidad ideológica.

—¿A usted llegó a interesarle la abstracción?

—No, porque era antagónico con esa tendencia. Incluso llegué a dar declaraciones en las que dije que el arte abstracto tiende a desaparecer. Mucho después empecé a pensar que el arte era algo muy libre y que cada artista debía hacer lo que sintiera profundamente dentro de su corazón. Uno no puede ponerle limitaciones a lo que hace.

—Sin embargo, a pesar de esta reflexión, ¿nunca llegó a hacer algo abstracto?

—Totalmente abstracto no, pero llegó un momento en que estaba en búsqueda de nuevas técnicas y nuevos caminos e hice cuadros que se acercaron a la abstracción, pero nunca fueron totalmente abstractos. Ahora los motivos y elementos los compongo como si fueran abstractos y parto de las formas geométricas, lo único es que son elementos de la realidad.

—¿Qué lo llevó a unirse al Partido Comunista de Venezuela?

—Mi formación básica fueron los primeros años de vida en Nueva York, allá mi vida política fue intensa. Mi padre era republicano español y en esa época estaba la guerra civil. Estando en Nueva York militaba con el movimiento antifascista y colaboraba con el frente republicano y las brigadas internacionales. De niño escuchando la radio empecé a llorar y cuando me preguntaron qué me había pasado les dije que me sentía muy triste por lo que les estaba pasando a los niños de Madrid. Así como el placer era muy intenso con la pintura, el dolor era muy intenso con toda escena de violencia y de dolor.

—Después de más de 60 años dedicado a la creación artística, ¿pensó que le iban a dar el Premio Nacional de Cultura?

—Me dieron la mención especial al Premio Nacional de Pintura por La Calera en 1961, después, otras veces fui nombrado por el jurado, pero nunca lo llegué a ganar. Lo recibí como un reconocimiento a una trayectoria, a un trabajo de toda la vida y pienso que así es como debe ser entregado el Premio Nacional. Prefiero que sea un reconocimiento por una obra ya realizada y no prematuramente.

—¿Cuál cree que es la misión del arte en el momento político que vivimos actualmente?

—La misión siempre ha sido enriquecer la vida de una nación, de un colectivo. El arte es la actividad espiritual más elevada de un conglomerado, siempre ha sido la actividad humana que queda para la historia como representación de lo que vivió el ser humano en cada época. Lo que me satisface más del momento actual con respecto al arte es que se esté reconociendo la labor de todos los creadores.

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Biografía mínima:

Nación en EE.UU el13 de enero de1935. En 1941 se trasladó a Caracas, donde empieza a pintar de forma autodidacta. Luego, se inscribió en la Escuela de Artes Plásticas de Caracas y se inició como pintor realista de temas sociales. En 1961, recibió una mención especial del Premio Nacional de Pintura por su obra La Caldera. En 1966 dirige el Centro Experimental de Arte de la Universidad de Los Andes, en Mérida, y su obra toma un giro más sintético, paisajístico. Desde hace más de 10 años realiza pinturas hiperrealistas. En el año 2012 es reconocido con el Premio Nacional de Cultura, mención Artes Plásticas.

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Prensa Ciudad CCS/ Luisana De Sario

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