José V. Rangel: El huevo de la serpiente

“El huevo de la serpiente”, así tituló este lunes, el periodista José Vicente Rangel su columna “El Espejo”, publicada en el diario Últimas Noticias, donde se refiere a la estrategia política del candidato Henrique Capriles Radonski y asegura que “hay una estrecha relación entre la violencia y ciertos personajes como Capriles y López”.

 

El huevo de la serpiente

1. Henrique Capriles, el círculo que lo rodea y otros factores que lo siguen, optaron por recurrir a la táctica de erigirse en representantes del diálogo, la paz y la no violencia, y por descargar sobre el chavismo la responsabilidad de cuanto tiene que ver con agresiones al adversario y quebrantamiento de la convivencia. Este propósito no hay que subestimarlo, entre otros motivos porque el venezolano no comparte la violencia y en la actualidad desea un proceso electoral cívico. Quienes se promueven como dechados de la no violencia y echan sobre los seguidores de Chávez —y del Presidente— la responsabilidad del fenómeno, recurren sin rubor a la mentira. Falsean la historia con el deliberado propósito de acuñar ante el país una versión que no se corresponde con la realidad vivida por los venezolanos en las últimas décadas.

Ejemplo: la violencia durante la IV República siempre la ejercieron los sectores políticos, económicos y sociales que controlaron el poder. Ni en tiempos de Pérez Jiménez se vieron tantos atropellos en materia de derechos humanos como en la etapa puntofijista: masacres, fusilamientos, torturas, desaparición forzada, violaciones del debido proceso, campos de concentración. Los gobiernos de AD y Copei instauraron el terrorismo de Estado, hábilmente enmascarado, y premonitorio de la degradación política que luego recorrería el continente. ¿Quién heredó esa predisposición a la violencia a partir de 1999? Es fácil determinarlo: los desalojados del poder por el movimiento bolivariano; restos de la partidocracia puntofijista, la oligarquía, implantes del pentagonismo en las Fuerzas Armadas y poderosos grupos económicos y financieros. La violencia fue el signo de quienes conformaron la oposición a Chávez.

De lo que sobrevivió a la debacle adeca y copeyana. Lo que se desprendió de estos partidos y, en general, del odio que acumuló la burguesía, los medios y el empresariado. Los intentos desestabilizadores que comenzaron a finales de 2001, fueron promovidos por ellos con su proverbial vocación por la violencia. ¿O es que el golpe del 11 de abril de 2002, el sabotaje de la industria petrolera, la guarimba, el terrorismo, el esperpéntico montaje de plaza Altamira con militares traidores llamando a la sublevación de los cuarteles, no constituye prueba irrefutable acerca de qué lado estuvo la ruptura del orden constitucional y el derrocamiento de un gobierno legítimo, producto de la decisión popular en las urnas electorales? ¿Quién propició la violencia y quién la sufrió? La respuesta es una sola: la oposición.

2. Hay una estrecha relación entre esa violencia y el protagonismo que de ciertos personajes, entre los que destacan Henrique Capriles y Leopoldo López. Ambos ejercían para el momento de la conjura cargos de alcaldes de Baruta y Chacao. Contaban con importantes recursos institucionales, dinero y cuerpos policiales, y estaban ubicados en el epicentro clasista de la reacción contra el gobierno bolivariano. ¿No existe suficiente material informativo en periódicos, radios y televisión sobre el accionar violento que confirma el papel que jugaron en los acontecimientos estos dirigentes? ¿Acaso el estímulo al golpe del 11A, el cerco y asalto a la Embajada de Cuba, la cobarde celada al ministro Rodríguez Chacín que montó, personalmente, Capriles, y el apoyo a los militares de plaza Altamira no constituye prueba?

De nada de eso se han arrepentido. Al contrario, se ufanan de haber actuado así, porque están conscientes de que la mitificación de su papel crea la conexión emocional con el sector más radical de la población. Hablando en el plano modélico, Capriles y López -no es casual que ambos encarnen el liderazgo de la derecha dura, la que controla la campaña opositora-, están en el sitial que ocupan debido a la aureola de audacia e identificación con el pensamiento ultraderechista que, por cierto, conspira contra la oposición democrática.

3. Ingmar Bergman, el genial director de cine, produjo la famosa película El Huevo de la Serpiente en 1977, emblema de la época de gestación del nazismo en Alemania en los años 20. Los nazis, un pequeño grupo de aventureros, manipuló la reacción ante la crisis económica, y a ellos se plegó la clase media y grupos económicos, industriales y banqueros, que aportaron recursos. Para Ana Arendt “la indiferencia silenciosa” de un sector importante de la población, fue el caldo de cultivo del fascismo que también prendió en Italia y otras naciones europeas y debilitó la resistencia de las democracias. Por ejemplo, la ambigüedad de Francia facilitó la derrota de la República española y el triunfo del franquismo.

Esos sectores sociales, inseguros ante el posible avance de la revolución rusa y el temor a que la crisis económica desencadenara la insurrección popular, sucumben y le abren las puertas a la irracionalidad del fascismo al votar por él. Es el irresistible ascenso de Arturo Ui en la obra de Bertolt Brecht. Que se repite a lo largo de la historia en diversos lugares: genocidio en Indonesia; asalto del poder por los militares chilenos con un salvaje formato fascista, y experiencias como las que impulsaron sectores económicos y sociales en apoyo a las Fuerzas Armadas de Argentina, Uruguay, Brasil, Bolivia.

Un cuadro parecido se da, actualmente, en Europa —otra vez el viejo continente—, donde se cierne la amenaza de implosión y cunde el miedo por la falta de rumbo político de la izquierda y la irrupción de una derecha xenófoba, antidemocrática, que apuesta al desmonte del Estado de bienestar social, al sacrificio de las conquistas de los trabajadores, y favorece al sistema financiero -como lo demuestra el plan del Partido Popular que dirige Mariano Rajoy en España.

4. Venezuela no escapa a la fascistización -aún cuando cabe advertir que el poder popular, que imbrica Estado y Pueblo, es un disuasivo eficaz. El huevo de la serpiente está presente, anidado en el odio y el sentimiento de violencia de un sector social y político que conducen elementos definitivamente no democráticos, que emplean cualquier escenario para estimular la regresión. Estos utilizan dos vías: una, abiertamente subversiva y, otra, con apariencia institucional desde la cual atacan al Estado de derecho y descalifican al CNE. Cada vez es más temerario el planteamiento de este sector. Incluso, llega al extremo de forjar un documento de la Fanb, algo que no hay que ver como un acto de provocación, sino como la manera de incursionar en el debate militar —así sea burdamente— al que hasta ahora solo accedía con agravios.

La piel de cordero de Capriles no le alcanza para cubrir sus extravíos antidemocráticos. Su pasado lo pone en evidencia.

Al igual que su falaz prédica contra la violencia. Alguien que perteneció a Tradición, Familia Y propiedad (TFP), que lideró numerosas aventuras a partir de 1999 y jamás rectificó, no es confiable. Preocupa, por tanto, que su discurso y figura sean banalizados. Porque fue éste uno de los errores que sirvió al fascismo para imponerse.

La inicial subestimación de que fue objeto le facilitó desarrollarse. Así como su capacidad para confundir, cuando atribuía al adversario sus particulares designios. Hoy ocurre en Venezuela algo parecido cuando la oposición acusa al gobierno de Chávez, el más democrático que el país ha tenido, de dictadura. Termino con Brecht. Él dice en Cinco Dificultades para Escribir la Verdad: “¿Cómo queremos decir la verdad sobre el fascismo que se rechaza, si no se quiere decir nada contra el capitalismo que lo engendra?”. Tan solo alerto en esta hora crucial que impone claridad y obliga a decir lo que se piensa. No es hora de silencios.

 

José Vicente Rangel / Últimas Noticias 23 de julio de 2012

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