¡Épale Chávez, epa compadre, qué hubo hermano!

A las 4:00 de la tarde del 5 de marzo, el cielo caraqueño empezó a oscurecerse, una brisa fría se imponía a las horas de calor intenso con las que había arrancado el mes.

Una atmósfera triste se fue apoderando de las oficinas, de los pasillos, de las calles, aceras, de las salas de la casa. Las voces siempre entusiastas de los venezolanos iban acallándose, como si una fatalidad se cerniera rápidamente. Los ojos miraban escrutando el cielo, la brisa soplaba fuerte. Alguien dijo: “va a llover” y le replicaron “cuando hay viento fuerte, no llueve, se disipan las nubes. Lo que hay es frío”.

Pero la lluvia cayó fuerte, con dureza sobre Caracas. El viento la hacía colar por las ventanas y rociaba a los incrédulos. Intenso aguacero que se prolongó por unos 25 minutos, hasta las 4:25 de esa triste tarde, luego fue amainando hasta convertirse en rocío melancólico, al que siguió una niebla dolorosa, tensa.

Una tristeza mortal se fue apoderando de la ciudad, sobrepasó las montañas del valle, y se extendió por las llanuras, las montañas, mesetas, por las islas. Y unas ganas intensas de llorar nos llegaban como mal presagio.

Entonces, la cadena nacional.

Apenas aparecieron en la pantalla los voceros del Gobierno Nacional Bolivariano, sin que abrieran la boca, lo supimos.

Allí comprendimos el mensaje de aquel gélido tiempo, de aquel torrencial llanto del cielo, había entregado su alma al altísimo el Hijo Predilecto de la Patria, Hugo Rafael Chávez Frías.

¡Cómo creerlo! ¡Cómo aceptarlo! ¡Cómo trasformar las infinitas oraciones por sanación en rezos por descanso eterno, por resignación!

¡Chávez, Chávez, Chávez…! ¡Noooo. Dioosss!

Chávez “por ahora”. Tribilín el Arañero de Sabaneta. Huguito el beisbolista que llora por la muerte del “Látigo Chávez”. Te lloramos Hugo, sin entenderlo, sin aceptarlo, te lloramos no por duelo, sino para que nuestras lágrimas te levanten, te resuciten.

La tarde se acelera, la noticia ha despegado el cielo. El frío cala los huesos.

Todos a las plazas Bolívar. ¡Qué decir! ¡Qué hacer!

“Nadie nos va a quitar a Hugo Chávez”. Bolívar tu guía, tu Padre, a quien reviviste con tus certeras palabras. Sacaste al Libertador de los libros de la historia blanca, y lo pusiste a dirigir la Revolución. Por eso sabemos que vives ahora más universal y presente que siempre. Porque para ti no hay nuncas, tú solo te conformaste con un “Por Ahora”, tu eres siempre, siempre, siempre.

Tú eres cada uno de nosotros. Eres millones en cada adulto mayor, en cada mujer, en cada estudiante, niño, niña. Tú estás entre ellos, y tú eres ellos, tú eres nosotros, y nosotros somos tú, Hugo Rafael.

La noche llega larga, cargada de vacío, de la soledad que deja el hermano muerto, el padre muerto, el amigo muerto, la madre, la hermana que se va. Cuántas lágrimas cálidas bañan a Venezuela.

Y a pesar de todo, de saberte inmortal, ¡cómo evitar un “esto no puede ser”! Oír tu voz fuerte, que aconseja, que instruye, que recita, que canta, que defiende a la Patria y a su gente, que truena por la paz y la justicia, que cuenta, que alegra. Tu voz, Comandante, tus manos que también hablan, escriben tus líneas, firmes, tiernas, trabajadoras, deportistas, que oran, que claman vida por la vida.

Mira Presidente: tu pueblo colmando las calles, las plazas, las pantallas, las radioemisoras. Míralo, óyelos cómo hablan por ti, cómo juran por esta Revolución Bonita, por esta Quinta República de la que eres Padre. Son por ti, la nueva Patria es por ti, somos por ti.

Mira cómo llegan mensajes de Ecuador, Bolivia, Colombia, Perú, Brasil, Argentina, Uruguay, Nicaragua, Cuba. Presidente, Simón Bolívar de hoy. Pensamiento que camina por América. Ideas que se remontan por China, Irán, por África. Chávez nuestro, Chávez del mundo. Tú le has dado sustento a la palabra “solidaridad”, tú le has dado contenido al significado de integración. Tú has hecho fuerte el sentido de lucha por nuestros pueblos, por la soberanía. Sin miedos, sin recovecos. Por allá también te lloran cual lluvia que riega la próxima cosecha.

Increíble, Comandante, cómo vives, cómo estás viviendo. Cómo tu calvario de la enfermedad se transforma en victoria de las ideas, de la ideología, del pensamiento humanista. Tu sonrisa se agiganta, tus ojos se proyectan en los nuestros.

Que bien recitas y versionas el poema “Por aquí pasó, compadre”, dedicado a nuestro Padre Libertador. ¡Qué bien te queda ahora ese poema, querido hermano, porque tú pasaste por cada rincón de Venezuela, por tantos rincones de América y el Mundo!

Nos devolviste a Simón Bolívar y te pusiste a caminar con él. Ustedes pasaron y se quedaron.

Mira qué bonito se ha puesto el cielo. Como tu sonrisa.

Allá vas, allá vienes.

¡Épale Chávez! ¡Epa compadre!

¡Qué hubo hermano!

Reinaldo Bolívar

 

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