En la biodanza bailan el cuerpo y el espíritu al son del encuentro

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Libertad, amor fraternal, salud y encuentro son algunas de las sensaciones que expresan las personas que practican biodanza cuando describen esta disciplina.

La práctica, que nació en Chile en 1960, busca poner en equilibrio el cuerpo y la mente a través del movimiento, sintonizado con sensaciones y sentimientos generadores. Se trata de una actividad que integra arte y salud, buscando que la sensación de bienestar invada el organismo y redunde en energía sanadora.

En Caracas, la Escuela Metropolitana de Biodanza reúne semanalmente a un grupo heterogéneo de 30 estudiantes en el Centro de Estudios Latinoamericanos Rómulo Gallegos (Celarg). Los participantes utilizan la práctica por su potencial sanador y como un escape a la rutina.

Movimiento Pleno

La clases de biodanza están estructuradas en dos partes: la primera es un compartir grupal donde se explica la dirección que seguirá la sesión que comienza. Seguidamente se da el inicio a la vivencia, es decir, al movimiento en varias fases, sin presencia del lenguaje hablado, “en la vivencia la palabra se guarda en el corazón”.

Así lo expresó la profesora Trina Patiño, directora de la Escuela, quien no solo imparte clases para aquellos interesados en experimentar la biodanza, sino que, además, es formadora de instructores, con varias décadas de experiencia.

“El chileno Rolando Toro es el creador de la biodanza, que hoy está en los cinco continentes; comenzó de una forma fortuita en un hospital psiquiátrico. Hoy se practica hasta en Rusia”, explicó Patiño, según nota de prensa.

La profesora relató que el creador de la disciplina vio cómo a través de la música y el movimiento los enfermos tuvieron notables mejorías en sus condiciones físicas y mentales.

“No hay coreografía, sale del corazón, es un movimiento pleno de sentido”, destacó la profesora, quien señaló que hoy en Venezuela existen seis escuelas de biodanza.

Durante la clase se exploran cinco líneas de vivencia: vitalidad, sexualidad, creatividad, afectividad y trascendencia, las cuales van activándonse con música seleccionada que incluye ritmos suaves, pero que invitan al baile como el bossa nova y el swing.

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Experiencias Amorosas

Martiza Torres tiene más de diez años realizando esta práctica. Dijo que la descubrió cuando se formaba como facilitadora del nacimiento y la instructora llevó la biodanza al aula. Destacó que con esta disciplina alivió profundos dolores físicos y espirituales.

“Empecé a hacer biodanza con el dolor en el corazón, y encontré un espacio de respeto donde me conseguí amada. Gracias a ella construí una relación con mi familia y mis manos volvieron a funcionar”, resaltó Torres, quien señaló que antes de iniciar con la biodanza sufría de padecimientos en las articulaciones.

Haydely Guerrero, por su parte, lleva solo un mes bailando al son de la biodanza. “Ha sido un encuentro conmigo. Me ha permitido conocerme y reconocerme, y ver distinto al otro. Aprendí a poner límites con amor”, afirmó.

Gerardo Pérez, el único representante del género masculino presente en la clase, con dos años practicando la biodanza, afirmó que la primera vez que escuchó mencionar el término pensó que se trataba de algo parecido a la salsa casino.

“Es como una meditación activa con música. Al hombre se le hace más difícil porque implica mucho el abrazo y está el machismo, pero con la biodanza eso se va superando”, comentó.

Los amantes de la biodanza en Caracas realizan periódicamente un encuentro al cual llaman Maratona, y en el que durante dos días realizan un compartir intensivo alrededor de la disciplina. La próxima se realizará en el Celarg los días 17 y 18 de este mes.

Aquellos interesados en acercarse al mundo de la biodanza pueden escribir a escuelametropolitanabiodanzave@gmail.com.

Prensa Mippci con información de CCS

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