El 27 de febrero de 1989

“El Sacudón”, “El Caracazo”, así se han calificado los acontecimientos de esa fecha que marcó nuestra historia política, social y militar. Fuimos testigos ese febrero de 1989 de un espectáculo asombroso que oscilaba entre la barbarie y la libertad. Un gobierno recién electo que implementó medidas llamadas de “impacto social”, etiquetadas como “el paquetazo”, arrodillándose ante el Fondo Monetario Internacional para imponer su recetario: elevar los precios de la gasolina, las tarifas de transporte y de luz eléctrica, privatizar servicios públicos como la salud y educación, eliminar los subsidios y cualquier plan social, además de todas las empresas básicas, saquear nuestros recursos y quebrar nuestras instituciones para apoderarse de ellas –como ocurrió con Cantv y Viasa–, eliminar las pensiones y desmantelar el Seguro Social.

De forma traumática, violenta, arbitraria y antipopular, la burguesía y sus tecnócratas del mercado (IESA BOYS), con sus empresarios graduados en gringolandia (CHICAGO BOYS) implementan los “ajustes”, creando una “explosión” popular. Las multitudes salen a las calles y avenidas en protesta por las medidas. Se saquean comercios, supermercados, licorerías, carnicerías, tiendas de electrodomésticos. Personas corren con diversos objetos a cuestas mientras son perseguidos por la policía –primero– y luego por las “Fuerzas Armadas”. Las llamadas “tres C” de la guardia pretoriana de Betancourt daban lo mejor de sí para cumplir con el lema “caña, cuchara y cobre”.

Se podía contemplar todo ello por televisión y en vivo y directo; los medios se encadenaron con las imágenes mientras anunciaban actos iguales, de la misma efervescencia en Valencia, La Victoria, Maracay y Guarenas, generando más motivación a la insurrección popular y, por ende, más represión.

Cientos de heridos y muertos a lo largo de las ciudades eran escondidos y sumariados por la Dirección de Inteligencia Militar del momento. En las investigaciones se verificó que la suspensión de garantías permitió y facilitó la represión más bestial del mundo, mientras el ministro de Interior no pudo asumir el control del país y mientras Ítalo del Valle Alliegro, con su sonrisa de Mona Lisa, anunciaba más autoritarismo, militarismo, terrorismo y salvajismo, todo para sustentar el Pacto de Punto Fijo, ya desgastado en su propuesta de lucha contra la dictadura heredada del positivismo y colonialismo de los siglos XIX y XX.

Las instrucciones que recibimos algunos para detener la lujuria criminal a través de una rebelión militar en armas (específicamente en la Brigada Blindada de Valencia) para defender los millones de ciudadanos que eran víctimas de aquel cruento y despiadado acto, no pudieron realizarse porque no estaban dadas las condiciones militares, políticas ni sociales.

Los gringos desplegaron su artillería y acción del control político y económico en su colonia y patio trasero, respaldando y teledireccionando al Fondo Monetario Internacional en su saqueo nacional. Millones de dólares entregados en créditos de armas antimotines son enviados en aviones norteamericanos desde EEUU; especialistas en inteligencia y en operaciones psicológicas llegan al país desde el norte para entrenar y preparar, para garantizar su control político.

La ruptura y la rebelión se evidencian ante tan desquiciado gobernante, empecinado en continuar aplicando las medidas con mayor contundencia y eficacia; se concreta un proceso de resistencia política a esas medidas explotadoras y colonialistas. Un pueblo que cada día se ve más miserable, los estudiantes luchando y protestando ante la privatización de su escolaridad, los médicos sin material para atender a los enfermos, los militares patriotas asumiendo la rebelión ante la eventual eliminación de las “Fuerzas Armadas”.

Todo esto generaría la respuesta en armas populares irrumpiendo en el sistema político adeco el glorioso 4 de febrero de 1992. El principio de democracia participativa y democrática, de independencia y libertad recorre cuarteles, universidades, hogares. Estremece el sonido de las cacerolas del pueblo, protestas de millones de estudiantes y un cuestionamiento a los jefes militares mercenarios, cobardes, traidores, vendepatria, corruptos, empresarios chulos y parasitarios que saquean día a día porque son inválidos, incapaces de producir sino que revenden y comercializan con usura. Ineptos académicos gringos criollos que descalifican y atacan la cultura, la nacionalidad, la independencia y libertad.

La burguesía y el imperio aprendieron que nuestro febrero caliente representa el mito de la rebelión popular frente a las condiciones sociales de miseria y explotación, por ello conspiran, motivan, engañan a través de sus medios de comunicación con el objeto de generar la desesperación necesaria para que “explote” el pueblo. Ellos desaparecen los inventarios de alimentos creando desabastecimiento, aumentan los precios de los productos, claman por el aumento de la gasolina, crean nerviosismo para compras innecesarias, multiplican las imágenes y noticias negativas con el objeto de generar zozobra.

La respuesta de los chavistas –en millones– es enfrentar esta conspiración sin desespero ni saqueos, están cuidando su Pdval. Ante la criminal campaña de terror contra la salud del presidente Chávez, entregan oraciones, fe, esperanza y espiritualidad; ante el saqueo y el chuleo de los dólares reducen su dependencia de la moneda extranjera; la unión cívico militar en la defensa de la patria condena a criminales corruptos e ineptos infiltrados en el Gobierno revolucionario. Esta es la respuesta popular revolucionaria, bolivariana. Este es nuestro 4 de Febrero de todos los días.

ELIÉZER OTAIZA CASTILLO

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