Cuando El Gabo recibió el Nobel reivindicó en su discurso a las causas libertarias latinoamericanas

La soledad de América Latina con sus rasgos particulares de realismo mágico dentro del devenir del mundo fueron realzados por Gabriel García Márquez ante la Academia de Letras de Suecia al recibir el Nobel de Literatura en 1982, en un discurso con el que criticó las posturas disimuladas del eurocentrismo ante las aspiraciones que en la región latinoamericana existen de independencia y originalidad.

«América Latina no quiere ni tiene por qué ser un alfil sin albedrío, ni tiene nada de quimérico que sus designios de independencia y originalidad se conviertan en una aspiración occidental», pronunció el escritor en su disertación, realizada un 21 de octubre, con la que hizo un recuento de aquellos relatos latinoamericanos «gérmenes de nuestras novelas».

Las anécdotas más inverosímiles que retratan la primigenia historia de la conquista, como la del indio patagón que enloqueció al verse por primera vez en un espejo, las 11 mil mulas cargadas de oro para pagar el rescate del Atahualpa y las gallinas de Cartagena de Indias en cuyas mollejas se hallaban pepitas del mismo mineral, son aludidas por el autor de Cien años de soledad para ilustrar las «noticias fantasmales de América Latina», con las que se ha dado a conocer esta región en el planeta.

Explica García Márquez en su discurso titulado «La soledad de América Latina» que ese «delirio áureo» que llevó a los conquistadores a codiciar el precioso metal a través de inconclusas exploraciones en las que incluso fue válida la antropofagia, no concluyó con el dominio español, sino que a través de la demencia continuó en las figuras de dictadores tiránicos manejados entre la egolatría y el absurdo.

Recalca el escritor nacido en Aracataca, Colombia, el 6 de marzo de 1927, que en esta historia los latinoamericanos «no hemos tenido un instante de sosiego» y hace referencia a los 120 mil desaparecidos por la represión, las mujeres preñadas que en sus arrestos dieron a luz hijos que aún no han conocido y el destierro de ciudadanos. «El país que se pudiera hacer con todos los exiliados y emigrados forzosos de América Latina, tendría una población más numerosa que Noruega».

Sobre esta reflexión, el también autor de El coronel no tiene quien le escriba, manifiesta esperar que esta «realidad descomunal» y no únicamente la realidad literaria, haya sido la que motivó el galardón. «Una realidad que no es la del papel, sino que vive con nosotros y determina cada instante de nuestras incontables muertes cotidianas».

Critica a esa intelectualidad europea incapaz de hacer una lectura justa de Latinoamérica en su solidaridad. «No es difícil entender que los talentos racionales de este lado del mundo, extasiados en la contemplación de sus propias culturas, se hayan quedado sin un método válido para interpretarnos».

Ante esta realidad que señalada, García Márquez exhorta a que tal solidaridad europea «no nos haría sentir menos solos mientras no se concrete con actos de respaldo legítimo a los pueblos que asuman la ilusión de tener una vida propia en el reparto del mundo».

«¿Por qué la originalidad que se nos admite sin reservas en la literatura se nos niega con toda la clase de  suspicacias en nuestras tentativas tan difíciles de cambio social?», se pregunta el escritor colombiano quien recordó la presencia de Pablo Neruda al recibir el mismo premio en 1971.

«Frente a la opresión, el saqueo y el abandono, nuestra respuesta es la vida», expresó García Márquez ante la audiencia, al tiempo que criticó cómo los países poderosos han logrado acumular tanto poder de destrucción que serían capaces de aniquilar cien veces «no sólo a los seres humanos que han existido hasta hoy, sino la totalidad de los seres vivos que han pasado por este planeta de infortunios».

En sus palabras de agradecimiento, el autor fallecido el pasado 14 de abril, manifestó que este galardón es un homenaje a esa «energía secreta de la vida cotidiana», la poesía, que rescata a América Latina «en las alturas de Machu Pichu de Pablo Neruda el grande» y con la cual los inventores de fábulas creen posible que «las estirpes condenadas a cien años de soledad tengan por fin y para siempre una segunda oportunidad sobre la tierra».

 

 AVN

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