ABC del asesinato del embajador ruso en Turquía

El pasado 19 de diciembre, fue asesinado el embajador de Rusia en Turquía, Andrei Kárlov, mientras daba una conferencia en una exposición fotográfica en Ankara, Turquía.

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“No se olviden de Alepo, no se olviden de Siria, a menos que nosotros estemos seguros, ustedes tampoco sentirán seguridad. Dios es grande. Nosotros morimos en Alepo y ustedes mueren aquí, matan gente inocente en Alepo y en Siria”. Estas fueron las palabras del asesino del embajador, Mevlüt mert Altintas, un policía turco de 22 años.

El Presidente de Rusia, Vladimir Putin, consideró que el acto terrorista “es una provocación para afectar las relaciones entre Rusia y Turquía y descarrilar el proceso de paz en Siria, promovido activamente por Rusia, Turquía, Irán y otros países interesados en la solución del conflicto”.

Este acto ocurre justo un día antes de la reunión de los ministros de Defensa de Irán, Rusia, Siria, Turquía e Irak, prevista para el 20 de diciembre, que prometía el logro de acuerdos conjuntos para lograr el alto al fuego en Alepo y reforzar medidas de ataque y exterminio a los terroristas implantados en Irak y Siria, que han destrozado ambos países y cegado millones de vidas inocentes.

El encuentro excluye a Estados Unidos, y sus aliados de Occidente, por considerar que ninguno busca el fin de la guerra en Siria, sino que la prolonga.

El  canciller ruso, Serguei Lavrov, explicó que en dicha reunión se tomarían las medidas «que harán imposible la implementación del plan que tenían los autores intelectuales del asesinato del embajador».

El Presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, expresó que el asesinato del embajador es un acto de provocación dirigido “en contra del proceso de normalización de las relaciones bilaterales entre Moscú y Ankara».

“Estados Unidos no está interesado en el arreglo, sino que busca que el conflicto escale cada vez más (…) Son bien conocidos los planes estadounidenses sobre la reestructuración del ‘Gran Oriente Próximo’. Es exactamente con este fin que EEUU ha metido cizaña en la región», así lo señaló el analista y experto militar turco, Koray Gurbuz.

Gurbuz agregó que “es muy ilustrativo que el atentado se haya realizado en vísperas de los importantes encuentros en Moscú que deben efectuarse sin la participación de Occidente. Se ven señales de que ha sido un intento de socavar los contactos trilaterales previstos».

El canciller ruso denunció, en 2015, que los grupos terroristas de la oposición siria están armados con misiles TOW GGM-71, fabricados en EEUU, y camiones Toyota, proporcionados a los grupos violentos por dicho país.

En contexto

Siria, situada en el Mediterráneo Oriental, en el canal de Suez, cercanías con Irán, era un país próspero que funcionaba muy bien, con una economía petrolera que generaba 76,3% de los ingresos por exportación e importantes yacimientos con explotación de gas natural, fosfato, asfalto y sal, además de reservas de carbón, hierro, cobre, plomo y oro.

En marzo de 2011, comienza a generarse una ola de disturbios en Siria, cuando un grupo de adolescentes pintó un graffiti exigiendo que los beneficios de la exportación petrolera se distribuyeran a toda la población y no sólo a la élite gobernante y que el poder no se concentrara en la misma. Así surgen grupos armados rebeldes que buscan deponer al Gobierno sirio y se desencadena una guerra civil en 2012, a pesar de la reforma de la Constitución siria para que el partido de gobierno, Baaz, no concentre todo el poder.

La oposición siria -formada por diversos partidos políticos, entre ellos grupos civiles que buscan un cambio de gobierno sin recurrir a la violencia- se manifiesta para que el Presidente, Bachar Al Assad, renuncie al mandato que ejerce desde 1970.

En el otro extremo, están los grupos terroristas armados, asentados en las poblaciones sirias, están compuestos por mercenarios y terroristas paquistaníes contratados y financiados por diversos actores internacionales. Así, se forma el Ejército Libre Sirio (ELS), principal protagonista en los violentos enfrentamientos que vienen aconteciendo desde 2011 en Siria, integrado por algunos militares sirios que desertaron del Ejército sirio y en buena parte por militares extranjeros.

El ELS está fuertemente respaldado por Estados Unidos y aliados europeos, como Inglaterra, Francia. Además, existen otros grupos armados que operan en colaboración con el ELS, entre ellos, el más fuerte y de mayor alcance es Al Qaeda. A estos sectores extremistas se les atribuye los mayores destrozos a la infraestructura de Siria. Estas corrientes radicales atacan directamente al Gobierno sirio, justificadas en la Yihhad, por considerar que este tipo de gobierno se aleja de la voluntad de Alah. Además operan a través de los campamentos de socorro islámico, saboteando de manera permanente los esfuerzos de paz.

Arabia Saudita, Qatar, Israel y Turquía son los principales instrumentos de Estados Unidos en la región, apoyan con armas y municiones a los grupos extremistas “takfiris”, terroristas de Afganistán, Arabia Saudita, Turquía y algunos Estados de Europa. Todo lo cual se ve reforzado por una enorme maquinaria mediática en todo el Medio Oriente que se encarga de difundir matrices falsas de opinión contra Siria, refiriéndose al gobierno como un “régimen opresivo y asesino”.

El partido de gobierno Baaz comparte raíces comunes con Irak que datan de 1980, cuando Hussein emprende una guerra contra Irán con el apoyo de Occidente por recuperar las islas del Golfo Pérsico, dado el fuente potencial de los yacimientos petroleros en la región.

Irán y Rusia apoyan al gobierno de Al Assad, mientras que Turquía apoya a los opositores sirios, quienes han huido en gran número a este país, tras el despliegue de las fuerzas del Gobierno sirio, que con las operaciones militares de Rusia, han recuperado territorios que estaban ocupados por los terroristas.

Estados Unidos dirige una coalición internacional injerencista e intervencionista, opuesta al gobierno legítimo de Al Assad, que lo acusa de “régimen” y apoya la guerra y los conflictos en el Medio Oriente; financia de manera directa y probada a Al Qaeda, el ELS y las ONGs que se han encargado de recoger el conflicto sirio en material audiovisual y difundirlo por todo el mundo, reproduciendo matrices de opinión falsas y que responden al interés imperialista en la región, que no ha cambiado desde la época de Hussein: el petróleo.

La mayor parte de los países vecinos apoyan a la oposición siria, junto a EEUU y Europa.

Irán apoya al Gobierno sirio y tiene muchas semejanzas políticas con el gobierno de Al Assad, entre ellas el apoyo a la causa palestina, objetivos comunes con el Islam y Jomeni; principalmente, formar un eje regional contra Israel, y de resistencia contra los intereses imperialistas y neocolonialistas de EEUU. Así, el imán Jomeni se ha pronunciado en defensa de Palestina, vista como una prioridad para los países musulmanes, en la lucha por restablecer los derechos del pueblo palestino. En este sentido, hay que recordar que Siria apoyó a Irán en la guerra, al ser atacado por Irak con el apoyo de EEUU y los sultanes árabes, cuando Hussein financió a los muyahidines en Irán, grupos extremistas y movimiento antirrevolucionario para imponer un régimen liberal, servil a EEUU.

La revolución islámica, liderizada por Jomeni y los estudiantes en Irán, tiene gran acogida en Siria, y en toda la población chií y kurda. Los países árabes tradicionalmente se han mantenido leales a EEUU, alineadas sus monarquías a los intereses del imperio.

Irán y Siria se oponen al régimen monárquico, al imperialismo, neocolonialismo y liberalismo, y a los Estados potencia occidentales, que a lo largo de las últimas cinco décadas han mantenido su atención en esta región del Oriente Medio, dado su alto potencial energético y mineral.

Francia, Alemania, EEUU e Inglaterra participan descarada y directamente en el conflicto sirio, proporcionando armas, municiones, barcos de guerra, armas químicas, financiamiento, y acusan a Al Assad de asesinar al pueblo sirio. Buscan apoyo del G-20 como aliados para atacar a Siria, en una guerra en la cual las empresas estadounidenses de armamentos son las grandes beneficiadas y las corporaciones yanquis dictan las reglas del juego mediático.

Es así como en agosto de 2013, tras la acusación internacional y la matriz de opinión difundida por EEUU y sus aliados europeos, quienes manifiestan públicamente sus sospechas de que el Gobierno sirio posee un amplio arsenal de armas químicas potencialmente peligrosas, el presidente Al Assad invita a la Organización de Naciones Unidas y a los observadores internacionales para que realicen una inspección en Siria, manifestando que esta es una acusación falsa.

Así se produce la supervisión internacional en territorio sirio, tras lo cual, estalla un atentado de terrible magnitud provocado con armas químicas, asesinando a la población siria. Fue una burla, un acto cínico de los opositores sirios y los terroristas financiados por Arabia Saudita, Qatar y Reino Unido, ya que Al Assad manifestó no tener ningún interés en asesinar a su propia población con armas químicas, y justamente en el marco de una inspección internacional, todo lo cual sería para él y su gobierno un suicidio político.

Pese a lo ilógico de este acontecimiento, esta resultó ser la excusa para desatar el ataque a Siria e intentar repetir un escenario similar al de Libia en 2009, cuando EEUU y sus aliados europeos devastan el territorio, dando muerte a un gran número de civiles inocentes y destruyen toda la infraestructura del país, tras lo cual asesinan al presidente Gadafi, un magnicidio sin ninguna justificación internacional y en el que se violó espantosamente la soberanía y autodeterminación de Libia.

Israel esgrime fuertes ambiciones territoriales contra Siria, al igual que sus aliados: las monarquías de Turquía, Líbano, Arabia Saudita, los Emiratos, Jordania, Qatar, los cuales apoyan directamente y sin disimulo alguno a los rebeldes sirios, a los grupos extremistas, a las redes salafistas radicales que han usado la violencia extrema contra la población siria, sin ningún miramiento, provocando miles de muertes inocentes, motivado por las controversias religiosas entre sunitas y chiítas, entre otros.

El “jeque de la Primavera Árabe”, Tamin Bin Amad, de Qatar, es uno de los actores que en el Medio Oriente ha apoyado y financiado en mayor medida a la oposición violenta en Siria, entre ellos, a la Coalición Nacional Siria, principal frente rebelde. Francia y EEUU se han encargado de proporcionar los mayores contratos de armas, todo con el salvoconducto del Consejo Superior Saudí-Qatarí y la Liga del Consejo de Cooperación del Golfo (antigua Liga Árabe).

La Liga Árabe rechazó la intervención militar contra Siria y apoyó el cese al fuego y el plan de Paz de Kofi Annan. Arabia Saudita y Qatar no asistieron a esta asamblea de la Liga.

Rusia y la ONU, en un comienzo, se pronuncian a favor del Gobierno y del Estado sirio, señalando que un ataque a Siria es ilegal. En 2013, el Consejo de Seguridad de la ONU veta a Siria, acusando al gobierno de Al Assad de irrespetar los derechos del pueblo sirio. En 2014, Rusia y China vetan la resolución del Consejo de Seguridad de la ONU, propuesto por Francia, acerca de la transferencia del caso de Siria a la Corte Penal Internacional. De esta manera, no sólo salvan a Siria, sino a todo el Medio Oriente, al mantener el equilibrio y detener el avance de la hegemonía occidental.

Saque usted sus propias conclusiones

Rusia ha tenido un papel preponderante en su firme intención de llevar a cabo los seis puntos del Plan de paz, del Comunicado de Ginebra de 2012, aprobado por el Consejo de Seguridad de la ONU para mediar en el conflicto sirio. Rusia fue nombrada enviado especial para la paz por la ONU y la Liga Árabe en 2013. Vladimir Putin, el Presidente ruso, estableció un esfuerzo político en el apoyo a Siria para la creación de condiciones en la búsqueda de un consenso entre el Gobierno sirio y la oposición.

Putin ha recomendado insistentemente “seguir las normas internacionales, respetar la soberanía de los Estados y los derechos de cada nación para tomar sus decisiones es una cierta garantía de que no se repetirá la tragedia de la guerra pasada”.

En 2015, Rusia inicia operaciones militares en Siria, tras la solicitud del Gobierno sirio de unificar fuerzas en la lucha contra el terrorismo y para contrarrestar los ataques aéreos de EEUU.

Gracias a la intervención rusa, el Gobierno sirio recupera posiciones usurpadas por los terroristas en las provincias de Raka, Hama, Ivlil, Latakia y Alepo, revirtiendo el avance de los rebeldes y atacando fuertemente el Estado Islámico sirio, principal centro de operaciones apoyado por EEUU para modificar el mapa del Medio Oriente y deponer al presidente Al Assad, adverso a los intereses occidentales.

Paralelamente, los ataques aéreos rusos contra el Estado Islámico de Siria ha reforzado el caos en el Medio Oriente, aumentando los costos del petróleo.

Putin rechaza la clasificación de “terroristas moderados” sugerida por las ONGs estadounidenses en defensa de los terroristas ocupantes de territorios recuperados por el Gobierno sirio, y señala que “todos son terroristas y actúan por dinero, y no tienen ideología”.

Estados Unidos se manifiesta contra los ataques aéreos rusos, dirigidos principalmente contra objetivos específicos de arsenales de armamento y los cuarteles generales del Estado Islámico, porque considera dichos ataques “peligrosos, irresponsables y que dificultan la ayuda humanitaria en Siria”, tal como lo expresó, en 2015, el coronel Sean Morean, vocero del Pentágono.

Después de seis años de intensas luchas, una terrible depresión económica generada por la guerra civil, miles de muertos y heridos, las estrellas del injerencismo e intervencionismo internacional no han logrado deponer al gobierno de Bashar Al Assad, y EEUU reconoce que hasta el momento ha fracasado en su intento de deponer al Gobierno sirio.

Tras el asesinato de su embajador en Turquía, Putin llama a EEUU y los países europeos a “trabajar sobre los países que se tiene influencia, llevarlos al diálogo y buscar soluciones políticas para establecer la paz y buscar un efecto positivo y necesario que ayude a las autoridades oficiales a crear condiciones para una solución política, tras la liberación del territorio de Siria e Irak de las fuerzas terroristas, para el restablecimiento de la paz”.

Estados Unidos acusa a Rusia de apoyar “un régimen asesino que necesita apoyo extranjero para sobrevivir” y agrega que “la lucha contra el Estado Islámico puede tomar una generación o más”, es decir, declara públicamente que este conflicto es de largo plazo y no asoma ni un vestigio de esperanza para su solución.

Rusia deplora el doble juego de los países occidentales en Siria, que apoyan, financian y defienden abierta y directamente a los terroristas, a la vez que los combaten con operaciones de vuelo en las que los principales afectados son los civiles sirios.

Putin continúa trabajando a favor de lo que denomina un “equilibrio de las fuerzas de poder a favor de la seguridad internacional”, contraria a la retirada unilateral de Estados Unidos de las negociaciones de paz y el llamado de alerta del Ministerio de Defensa ruso ante el reforzamiento del despliegue de las fuerzas terroristas de Isis y el Ejército del Islam en Afganistán.

Nos preguntamos hasta cuándo va a mantenerse esta situación que viola todos los tratados y convenciones internacionales y que es desde el punto de vista legal y argumentativo completamente insostenible para las relaciones internacionales.

Pero las alianzas fraudulentas, entre las cuales resalta la de Estados Unidos, Reino Unido y Arabia Saudita, para conseguir sus propios intereses en el Medio Oriente: el petróleo y las reservas energéticas, son el principal foco de los estratagemas y artificios de la clase dominante global, que con sus grandes corporaciones trasnacionales manejan los hilos del régimen capitalista financiero internacional, caduco y deteriorado,  como sistema económico que gobierna al mundo.

Al final, son los fabricantes de armas quienes se benefician cuantiosamente y están -evidentemente- detrás del inescrupuloso y lucrativo negocio de la guerra como su única esperanza de defender lo insostenible: el sistema capitalista imperialista promovido por Estados Unidos y sus aliados occidentales.

 

Prensa Mippci

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