André Gaul: el hombre-antena que impulsa las redes libres

AlemánAndré Gaul tiene un raro privilegio: el de caminar por su barrio y al mismo tiempo navegar su propia red. Claro que lo de propio es una manera de decir: el barrio Kreuzberg es suyo, de los vecinos y de todos aquellos que llegan hasta aquí por tener las noches más largas de la capital alemana, entre otros atractivos.

Algo similar se podría decir de su red, Freifunk. Si bien Gaul es uno de sus creadores, se trata de un espacio descentralizado, sin propietarios. Y precisamente por eso logra que cada vez más personas lo sientan como propio. Además, requiere de una ínfima inversión para participar. Apenas hay que gastar unos 30 euros en un router (el dispositivo que posibilita la conectividad inalámbrica) y ya se accede gratis a internet. Sí, leyó bien: 30 euros una vez contra 30 euros cada mes, que es lo que cuesta en Berlín el servicio normal de wi-fi. Por eso, «pagarle a un proveedor convencional de internet es una auténtica estupidez», lanza Gaul sin medias tintas, enfundado en una campera del Chaos Computer Club -la principal asociación de hackers de Alemania y de Europa- mientras toma un expreso en un café italiano de Kreuzberg.

¿Estamos ante un caso de competencia desleal? ¿Acaso los proveedores alemanes de DSL acusan a Freifunk de ser la Uber de internet? Muy por el contrario: en algunos proyectos puntuales, Freifunk y los providers se alían. Tal es el caso de la iniciativa para dar acceso web en el enorme albergue de refugiados del antiguo aeropuerto de Tempelhof, el centro más grande de su tipo en Alemania.

No sólo eso. Freifunk -que no tiene fines de lucro- agrupa a unas 200 comunidades de redes libres y todas ellas están involucradas en dar acceso de internet a los recién llegados. No es un desafío menor: Alemania recibió a más de un millón de estos inmigrantes en 2015 y ya venía recibiendo cantidades importantes en los años anteriores.

Por eso, la red libre alemana -actualmente el principal canal de comunicación para miles de refugiados- genera cada vez más simpatías en la clase política. No por nada Gaul y sus amigos han instalado ocho routers en la azotea de la municipalidad de Kreuzberg que les permiten cubrir de Freifunk el barrio. Aun si llueve. O si nieva. O si hay mucho viento…

Como queda dicho, la muy conveniente relación precio-prestación no es lo más interesante del proyecto. Sí lo es la posibilidad de conocer a los demás usuarios, que no limitan su interacción al campo virtual, sino que se reúnen al menos una vez por semana a intercambiar puntos de vista y ver cómo ampliar la comunidad.

«Freifunk es una red descentralizada que funciona de un modo muy sencillo. Digamos que tenemos un router aquí y otro en la casa del vecino. Esos dos routers se van a ver entre sí y van a intercambiar información en el vecindario y más allá. Así cualquier persona puede incorporarse a la red con otro router y ayudar a ampliarla para que abarque toda la ciudad», cuenta Gaul, a cargo de un taller sobre redes libres comunitarias en el marco del encuentro Comunes (viajó a Buenos Aires luego de esta nota, invitado por el Goethe-Institut).

Dame malla

Gaul le muestra a este cronista los diferentes tipos de routers (algunos con un alcance de hasta 15 kilómetros) que se pueden incorporar a Freifunk y que él transporta por toda la ciudad. ¿Será Gaul -en rigor, un hombre antena- la versión real de ese ser humano utópico imaginado por Kraftwert en Radio- Actividad o El hombre máquina, dos discos que revolucionaron la música pop en la segunda mitad de los años 70?

Freifunk funciona en base a un software común capaz de conectar a los routers entre sí. Si uno de ellos deja de andar, el programa busca automáticamente otro para que los paquetes de datos puedan llegar a destino. Es lo que en la jerga se conoce como red malla (mesh, en inglés), en la que se gana estabilidad porque cada nodo está conectado entre sí sin reportar a un centro.

Actualmente, la red libre tiene más de mil routers instalados en Berlín. También hay unos 200 nodos mesh que han puesto el acceso a internet a disposición de los demás, aunque el usuario no nota para nada cuál es el que finalmente le posibilita entrar a la web.

La red libre también ha recurrido a soluciones por demás originales para combatir a la temida Störerhaftung (corresponsabilidad) alemana, que obliga a los operadores de wi-fi a responder legalmente por los actos ilícitos que pudieran cometer sus usuarios, como violaciones de propiedad intelectual.

Para eludir esta regulación, los miembros de Freifunk se han valido -entre otras artimañas- de sus conocimientos de hackeo prácticamente mágicos, y por medio de un conjuro llamado túnel de Red Privada Virtual (VPN, por sus siglas en inglés) navegan despreocupadamente desde Alemania en la web de Suecia u Holanda, donde no existen estas restricciones. También han creado la Asociación de Redes Libres de Alemania y la han registrado como proveedor de internet, lo que constituye un reasguro legal adicional que les permite deslindar responsabilidades.

En rigor, Freifunk es una red con reglas propias dentro de una red más grande que es internet. Dentro de este espacio, los usuarios ingresan de forma anónima e identificarlos es mucho más difícil, lo que complica la vigilancia. De todos modos, Gaul aclara: «Si bien Freifunk es anónima, eso no garantiza que yo no esté siendo monitoreado. Si yo tuviera los Panama Papers en mi bolso, podría enviarlos al (diario) Süddeutsche Zeitung a través de Freifunk. Pero, para tener todavía mayor seguridad, utilizaría (la red de anonimato y encriptamiento) Tor».

Más allá de eso, es casi imposible interferir desde afuera con la actividad casi autónoma de Freifunk. «Todos los routers tienen los mismos derechos -comenta Gaul-. No se le otorga prioridad a ninguno. Y eso tiene el efecto positivo de que tampoco hay un aparato central que uno pueda apagar para hacer caer la red.»

«Con esta tecnología, no puede pasar lo que ocurrió en Egipto en la llamada Primavera Árabe, cuando se desconectó internet para sofocar las manifestaciones», agrega, y muestra en su misterioso y avanzado smartphone una aplicación con mapa que permite ver la distribución e interconexión de los más de mil routers de la red en todo Berlín e incluso la distancia que existe entre cada uno de ellos.

En otro giro sorprendente de su relato, cuenta que ha desarrollado ese software junto con los responsables de la red libre de José de la Quintana, una localidad de Córdoba que este hacker -y doctor en Matemática- visitará en estos días (se queda hasta el jueves de esta semana). Gaul proyecta, junto con sus amigos cordobeses, desarrollar una aplicación que permita detectar en todo el mundo redes libres y así acceder al servicio sin necesidad de los engorrosos procesos de compra de tarjeta SIM y adquisición de paquetes de llamadas e internet a empresas de celulares de los distintos países del mundo.

Para él, se trata de un servicio básico, como acceder al agua. Aunque, en un mundo en el que crecen la desigualdad y el daño ambiental, el agua no es ni mucho menos un recurso disponible para todos, sino un bien cada vez más preciado. Algo similar sucede con la información disponible en la web y por eso -enfatiza- se requiere compromiso ciudadano para lograr que circule libremente. Esa es la contracara de todas las ventajas que ofrecen las redes libres: sólo funcionan si gente responsable las pone a funcionar.

«De algún modo, en Freifunk hay una motivación altruista. Yo quería simplemente darles algo a los demás. Sólo eso, como darle a alguien un vaso de agua. Es algo que a mí prácticamente no me cuesta nada y se tiene un acceso básico a internet. Ése es el componente social de Freifunk. Lo hago simplemente para compartir con otras personas.»

¿Y en el caso de los refugiados? ¿Qué función puede cumplir internet en este caso, donde las carencias son de todo tipo? Gaul comenta que el acceso -instalado en unos quince albergues de Berlín- proporciona comunicación a familias separadas. También posibilita a los recién llegados obtener información sobre cómo presentar sus solicitudes de asilo y conocer cómo es el funcionamiento de la ciudad, además de brindarles apoyo a la hora de aprender el alemán.

Pero (otra vez) lo más importante es que los hace miembros de una comunidad, tanto virtual como real. «Lo malo de estos albergues es que quienes viven allí no tienen por lo general contacto con el resto de la población. El aislamiento no puede ser la solución porque lleva a la desesperación. Los refugiados se alegran increíblemente de poder participar de la vida de la ciudad. El contacto con los demás los pone muy felices, sobre todo a los más jóvenes. Y Freifunk va muy bien en ese contexto.»

Loco de la azotea

A este puro exponente de la escena de hackers berlinesa -que cree a rajatabla en la apertura, la colaboración y en compartir los conocimientos con los demás- no le disgusta la idea de ver a los usuarios de redes libres como una nueva generación de radioaficionados, aquellos auténticos artesanos de la tecnología radiofónica que comenzaron a comunicarse entre sí a principios del siglo XX y todavía lo hacen hoy en día.

Al fin y al cabo, Freifunk significa radio libre en alemán y muchos radioaficionados se han subido -literalmente- a este innovador proyecto comunicacional. De hecho, en el techo de la Universidad Técnica de Berlín hay antenas de radioaficionados y también antenas routers de Freifunk. «Desde la motivación y el aspecto técnico, ambas son actividades muy cercanas», reconoce Gaul.

Y si esto es así, tampoco faltaría en el árbol genealógico de Freifunk el parentesco con los locos de la azotea, aquel grupo encabezado por Enrique Telémaco Susini que logró transmitir en la capital argentina la ópera Parsifal de Wagner en 1920, en la que fue una de las primeras emisiones radiales del mundo. Más aun, cuando Gaul prevé dejar en funcionamiento en Buenos Aires el embrión de una red libre como la Freifunk alemana. Si todo va bien, lo haría previsiblemente en el techo del Goethe porteño, una de las entidades organizadoras de su workshop.

«Los locos de la azotea podríamos ser también nosotros -subraya-. No hay duda: la idea de comunicarse sin cables con los demás es realmente muy atractiva.»

Fuente: La Nación.

Send this to a friend