Yaxury Solórzano, un milagro de vida que llevó a los altares a José Gregorio Hernández

Prensa Presidencial/Marcelo Garcia

 

Palacio de Miraflores, Caracas.- Tenía apenas 10 años cuando su vida pendía de un hilo. El pronóstico de Yaxury Solórzano era desalentador, años de práctica profesional le hacían saber a los especialistas que su recuperación sería casi imposible. Sin embargo, no estaba destinada a caer víctima de aquel disparo traicionero.

La fatalidad tocó la puerta de la familia Solórzano Ortega el 10 de marzo de 2017, luego de que Yaxury Solórzano sufriera una herida de bala en la zona temporoparietal derecha. A ella se le trató cuatro horas más tarde en el Hospital General Dr. Pablo Acosta Ortiz, del estado Apure, después de atravesar senderos de tierra y agua dulce desde la localidad guariqueña de Mangas Coveras.

“Cuando llegué al hospital no me daban ninguna esperanza, decían que la niña se me moría”, relata su madre Carmen Ortega, quien no titubea al señalar que habría vendido “hasta el último pelo de mi cabeza” para que su hija se levantara de aquella cama.

Había perdido sangre y masa encefálica. Yaxury Solórzano debía ser intervenida de emergencia, pero no contaban con un neurocirujano que la atendiera. Al cumplirse 48 horas, el especialista Alexander Krinitzky, quien acudió desde Caracas, asumió la dirección del equipo médico que la operaría.

No había esperanza de recuperación plena, dado que preveían severas secuelas motrices y lingüísticas a raíz del daño cerebral provocado por ese disparo de escopeta.

“En nuestra opinión, si lograba sobrevivir sus fallas neurológicas debían haber sido muy graves”, puntualiza Krinitzky.

En medio de un profundo desasosiego, Carmen Ortega recurrió al Médico de los Pobres, de quien era devota desde pequeña. Era más que conocido que a sus manos sagradas encomendaban causas que parecían no tener solución, más de un testimonio daba fe que siempre cumplía. Ella estaba segura que la escucharía, pero le pidió que “si de verdad la sanaba, se me presentara en algún momento”. Y el doctor José Gregorio Hernández se presentó.

El Venerable apareció en la habitación de Yaxury Solórzano. Una vez dentro, su madre describe que “tocó a la niña de la cabeza a los pies, de los pies a la cabeza” y le garantizó que todo marcharía bien.

“Él me dijo: tranquila, no le va a pasar nada. Ese doctor que vino (Alexander Krinitzky) soy yo, sus manos son las mías. Ten fe que la niña va a salir bien”, repitió las palabras que escuchó del Siervo de Dios.

Nadie sabía de esa conversación. Después de la intervención quirúrgica, debían aguardar cinco días para “saber si ella vivía o no”. Al cumplirse el plazo, Yaxury “comenzó con un desespero, una angustia”, creían que su salud empeoraba cuando se trataba de una reacción post operatoria positiva. “Goyo”, como le llaman algunos devotos, había obrado el milagro.

“Los doctores que estaban ahí se sorprendieron, lloraron, se felicitaron, me abrazaron y me dijeron: Ya ella no es Yaxury, es un milagro. Ellos no sabían de donde venía, porque yo no le había comentado a nadie que pasaba, pero yo sí sabía que era un milagro”, enfatiza Ortega.

A 12 días de la cirugía, Yaxury Solórzano “se nos presenta totalmente asintomática”, detalla el neurocirujano Alexander Krinitzky, quien reconoce que su rápida recuperación fue una verdadera sorpresa.

“Esto nos ratifica que ciencia y fe van de la mano, que un bien lleva al otro bien, de verdad nos ha enseñado mucho. Yo me siento honrado, complacido cada vez que veo a Yaxury sonriendo”, subraya.

En compañía de su madre, Yaxury Solórzano abandonó completamente sana las instalaciones de la Clínica Olivero, en San Fernando de Apure, justo cuando se cumplían 21 días de su operación.

“Cuando llegamos a mi tierra, todos se pusieron a llorar y se emocionaron al verla como llegó, no pensaban verla así después de lo que pasó. Todos se unieron, saben que fue un milagro”, indica Ortega.

Era una intercesión divina. Yaxury Solórzano, actualmente de 13 años, asegura que “ninguna palabra que pueda decir, agradece lo que él hizo por mi”. Ese hombre de traje y sombrero, sanándola le otorgó un propósito de vida.

“Si Dios me dio un día más de vida y el doctor José Gregorio Hernández es porque tienen un propósito conmigo, que yo cumpla lo mismo que él hizo: Quiero ser pediatra”, destaca.

Su inexplicable curación sentó las bases del ascenso a los altares del Médico de los Pobres, que desde su fallecimiento ya era venerado por la feligresía que reclamaba sanación. El milagro sobre Yaxury Solórzano por poco pasa desapercibido, era un secreto que Carmen Ortega, no había revelado.

Desde el punto de vista científico, al neurocirujano Alexander Krinitzky, le parecía un caso sorprendente, tanto que pensaba exponerlo en algún Congreso Internacional. No sospechó que podría tratarse de un milagro hasta que el sacerdote jesuita Numa Molina sembró la duda en él. En ese momento comenzó la investigación.

“Sin haberlas citado, ellas (Yaxury Solórzano y Carmen Ortega) se presentan en mi consultorio como si hubiésemos agendado una cita, fue muy sorpresivo. Les pregunté y la respuesta fue sí, ella le había solicitado al doctor José Gregorio Hernández y había sentido su presencia”, precisa.

Era la pieza que faltaba para la beatificación de El Venerable y “se estaba quedando así”, agrega Numa Molina, quien solicitó a Krinitzky elaborar un informe “breve, pero con terminología médica, narrando lo que pasó” para presentarlo ante la postuladora de la Causa de Beatificación, Silvia Correale, quien concluye que “tenía todas las características de un milagro”.

“El padre Gerardino (Barracchini) comienza el proceso con el Obispo, la Iglesia venezolana a moverse, instalan un Tribunal Eclesiástico en Apure, recolectan las pruebas y no aparecía la tomografía, luego también apareció milagrosamente. Todo se fue dando, cuando analizamos los hechos de verdad fue un milagro”, apunta Numa Molina.

A principios de enero, la Comisión de Médicos de la Congregación para las Causas de los Santos aprobó el milagro atribuido al Médico de los Pobres. Y, después de 71 años, llegó la noticia que su pueblo había estado esperando: la Santa Sede aprobó en junio su beatificación.

“Me siento contenta porque el doctor José Gregorio Hernández va a llegar a los altares, le agradezco con todo mi corazón por haberme dado una nueva oportunidad de vivir. A quienes no tienen fe les digo: mírenme a mí, los milagros sí existen”, afirma Yaxury Solórzano.

Las plegarias habían sido escuchadas. A José Gregorio Hernández su vocación de servicio lo convirtió en beato, razón por la cual Numa Molina, exhorta a ser “servidores incansables”.

“No fue la cantidad de misas a las que fue, sino el bien que hizo. Tengamos una gran fe en el pueblo, en el pueblo pequeño, vean donde fue a manifestarse para hacer un milagro: en medio del campo más remoto de Guárico, en medio de una familia humilde, con todas las dificultades, salvó la vida de esa niña. Él siempre optó por estar al lado de los más sufridos”, recalca.

La beatificación de José Gregorio Hernández llega en medio del combate contra el enemigo invisible, convertido en pandemia. Hoy, a través de estampitas y esculturas, creyentes fervorosos están unidos en oración participando de la ceremonia que lo dejará un paso más cerca de la canonización.

Prensa Presidencial / Karelis González

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