Pedro Reyes Millán: “El artesano reproduce sueños y emociones”

La historia nos ha demostrado que la reinvención puede ser un camino a un resultado exitoso y siempre irá de la mano con la determinación y el ser autodidacta; el maestro Pedro Ramón Reyes Millán es un excepcional ejemplo de esto.

Su gran historia comenzó el 12 de junio de 1940, en Nueva Esparta. El sublime amor por la artesanía recorría sus venas desde la más tierna edad. “Me considero una pieza artesanal”, menciona el maestro, pues el taller de su padre le observó en sus inicios de vida, rodeándolo con las piezas que su progenitor creaba con dedicación, y los hermosos tejidos que su madre realizaba constantemente, indica nota en el portal web del Ministerio del Poder Popular para la Cultura (MPPC).

Teniendo a su padre de guía, inició sus prácticas con la madera utilizando lo que actualmente considera sus primeros juguetes: las herramientas de su padre; y con los restos de materia prima formó en su infancia sus primeros trabajos: barcos, papagayos y bates, todos hechos por sus jóvenes manos. Sin detenerse, años después, en su adolescencia, comenzó a vender estas obras de madera a petición de los compañeros de estudio que le rodeaban.

Sin embargo, cuando cae preso en Mérida, en 1963, aprendió a manejar el cacho de ganado, y los metales para proyectos pequeños como: anillos, hebillas, muñeras, pulseras y cadenas; es así como la artesanía se convierte en su sustento y forma de vida oficialmente. Su paso por el Cuartel San Carlos también le sumó aprendizajes, exploró a mayor profundidad la confección con el cuero, pirograbándolo, repujándolo y creando, por ejemplo: retratos, maletines, carteras, bolsos y sombreros.

La Isla de Tacarigua expandió sus conocimientos de la madera, siempre reinventando; la talló, creó cuadros calándola, la ensambló, repujó y taraceó. Estas y otras experiencias dentro de recintos carceleros fueron fundamentales para la abertura de su desarrollo en otras técnicas artesanales, y el entendimiento de materias primas. También se dio a la oportunidad de enseñar sus saberes, compartir junto a otros estas formas de crear; en cada cárcel donde se presentó, desarrolló talleres y escuelas de artesanías. Y, actualmente, la enseñanza es parte de su vida.

El maestro cuenta que siempre tuvo la necesidad de innovar, dándole su atención a lo que se presentaba en el mercado, motivándose así a generar nuevos diseños, pero comenta que: “Siempre parto en la idea de que el artesano no produce simplemente piezas para ser vendidas. El artesano reproduce sueños y emociones, y las piezas tienen ese contenido”.

Mucho tiempo después, un día de epifanía tuvo lugar. Recorriendo las siembras de maíz en las que llegó a trabajar, en el estado Barinas, divisó un árbol de tapara. Recordando su niñez se impulsó a acercarse y tomar uno de los frutos, y posteriormente dedicó esa tarde a tallarlo con una navaja, la cual se encontraba guardada en su bolsillo. De esta forma, su más grande investigación tuvo una espontánea apertura, que, al día de hoy, sigue siendo una de sus preciadas pasiones.

Prensa Digital MIppCI / Gestión Comunicacional Fundación Museos Nacionales (FMN)

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