ESPECIAL | 14 años después del memorable discurso de Hugo Chávez, ¡huele a azufre todavía!

Archivo

Palacio de Miraflores, Caracas.- Era miércoles. En su cabeza se repetía “¡Imperio yankee go home!”, un grito ahogado de los pueblos atropellados por las ansias hegemónicas de Washington. Hugo Chávez hablaría sobre las ruinas de un sistema que “colapsó” en el terreno donde moraba el propio Diablo: Nueva York, sede principal de la Organización de Naciones Unidas (ONU).

Llevaba traje negro y corbata carmesí, miró su reloj y recomendó la lectura de Hegemonía o supervivencia. La estrategia imperialista de Estados Unidos del filósofo Noam Chomsky, obra necesaria “para entender lo que ha pasado en el mundo del siglo XX, lo que hoy está pasando y la más grande amenaza que se cierne sobre nuestro planeta”.

“Yo creo que los primeros ciudadanos que deberían leer este libro son los ciudadanos de Estados Unidos porque la amenaza la tienen en su propia casa”, consideró sin sospechar que horas después se ubicaría entre los diez libros más vendidos de Amazon y Barnes & Noble.

Chávez, abrió su carpeta, reparando las notas del discurso que terminó de redactar la madrugada de ese 20 de septiembre, luego de analizar lo dicho por sus predecesores. Se santiguó, alzó la mirada y señaló el estrado que un día antes había tocado su homólogo estadounidense George W. Bush, quien habló “como dueño del mundo” reeditando fórmulas de dominación, explotación y saqueo.

“Huele a azufre todavía esta mesa donde me ha tocado hablar”, aseveró como si recordara al “Capitán de la tiniebla” que se enfrentó a Florentino en la “noche de fiero chubasco” de Santa Inés.

No transcurrió media hora, cuando esa frase lapidaria se extendió como reguero de pólvora y fue repetida por millones en el planeta para hacer alusión a la denuncia que entonces Chávez elevaba al mundo.

Él sabía de las pretensiones estadounidenses de consolidar una “dictadura mundial”, bajo la “falsa democracia de las élites” impuesto a punta de invasiones y cañonazos contra “los que clamamos por la libertad plena del mundo, por la igualdad de los pueblos, por el respeto a la soberanía de las naciones”.

Así, desarmó la fingida proclama de paz de Bush, tal como lo hiciera Florentino en la leyenda de Alberto Arvelo Torrealba. La administración de EE.UU. “no quiere la paz, quiere imponernos su modelo de explotación y su hegemonía a punta de guerras”, argumentó respaldado con lo sucedido en Irak, Líbano Palestina y Venezuela, esta última escenario de un golpe de Estado planificado, financiado e impulsado desde la Casa Blanca.

El de Sabaneta no titubeó al recalcar que “el mundo está despertando y por todos lados insurgimos pueblos”, razón por la cual el “dictador imperialista” viviría el resto de sus días “con una pesadilla porque -dondequiera que vea- vamos a surgir nosotros”.

Chávez insistió que “el imperio tiene miedo a la verdad” y acusó de extremistas a quienes encarnan “una nueva era”, principio que Washington aplica desde 1953 en América Latina y el Caribe donde ha secundado más de 15 operaciones golpistas, así como maniobras desestabilizadoras de carácter político, militar y económico.

Y para detener “esta amenaza que es como la propia espada de Damocles”, abogó por esfuerzos conjuntos para robustecer “nuestra voluntad de batalla por salvar al mundo y construir un mundo nuevo”.

“Ahora hay que definir el futuro del mundo”, afirmó ante la Asamblea General de la ONU, cuyo sexagésimo primer periodo de sesiones presidió la abogada y diplomática bahreiní Haya Rashed Al Khalifa.

Como Florentino, el bisnieto de Pedro Pérez Delgado, no conocía el miedo. Ahí, rodeado de misiones diplomáticas, reiteró lo que un año antes había propuesto: la refundación del Sistema de Naciones Unidas, dado que “se desplomó, no sirve”.

“Nos han convertido a esta Asamblea en un órgano meramente deliberativo, sin ningún tipo de poder para impactar de la más mínima manera la realidad terrible que vive el mundo”, puntualizó al considerar que el agravamiento de la crisis global es “consecuencia terrible del colapso sobre el Sistema de Naciones Unidas y de la pretensión imperialista norteamericana”.

Archivo

Expuso como “necesidad impostergable”, expandir el Consejo de Seguridad, aplicar métodos eficaces de atención y resolución de conflictos, suprimir el veto en el Consejo de Seguridad y fortalecer las atribuciones del Secretario General de la ONU.

“Tratamos de aportar ideas para la salvación de este planeta, para salvarlo de la amenaza imperialista y para que ojalá pronto, en este siglo, no muy tarde podamos verlo nosotros y vivirlo mejor, nuestros hijos y nuestros nietos, un mundo de paz bajo los principios fundamentales de la Organización de Naciones Unidas relanzada y reubicada”, sentenció.

Esa “inquebrantable lucha antiimperialista”, descrita así por el presidente de la República, Nicolás Maduro, selló el renacimiento de “corrientes alternativas, de juventudes con pensamiento distinto” contra “el cinismo e hipocresía” del hegemón.

“¡Huele a azufre, pero Dios está con nosotros!”.

Prensa Presidencial / Karelis González

Send this to a friend