Carabobo finalizó la guerra en Venezuela

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Cuando el Libertador, derrotado, sin mando, calificado de traidor y cobarde por sus subalternos y huyendo de una prisión inminente, escribió el Manifiesto de Carúpano, tenía el pálpito de regresar algún día triunfante.
Ese 7 de septiembre de 1814 escribió, entre otras cosas:

Yo os juro, amados compatriotas, que este augusto título (Libertador) que vuestra gratitud me tributó cuando os vine a arrancar las cadenas, no será vano. Yo os juro que libertador o muerto, mereceré siempre el honor que me habéis hecho, sin que haya protestad humana sobre la tierra que detenga el curso que me he propuesto seguir hasta volver segundamente a libertaros, por la senda del occidente… Dios concede la victoria a la constancia.
Sus palabras proféticas se hicieron realidad tal día como hoy en 1821, cuando en el campo de Carabobo comandaba su segundo triunfo en ese terreno, limpiando de realistas casi todo el territorio nacional y declarando militarmente la libertad de Venezuela.

Las lecciones

Bolívar supo sortear toda clase de inconvenientes aprendiendo sobre la marcha lo necesario para mantenerse en el poder con la consecución de recursos humanos, bélicos y económicos que lo llevaran al triunfo en las batallas o lo ayudaran a reponerse de las derrotas y el infortunio.
Los primeros conocimientos los obtuvo de Francisco de Miranda, quien tenía ideas políticas claras sobre lo que pudiera ser el futuro de la América hispana. Luego entendió que sin los pardos, los negros y los indígenas era imposible conseguir el triunfo. Aprendió también de sus oficiales y se convenció de que se podía lograr la libertad sin empezar por Caracas.
Pero los más fructíferos conocimientos los obtuvo en el territorio liberado de Guayana. Tuvo que sortear su mala fama. Venía de ser un militar derrotado en 1814 por José Tomás Boves; luego en 1816 se había visto obligado a huir por Ocumare ante el fracaso de sus tropas por conquistar a Caracas; había sido expulsado por Bermúdez en Güiria y casi ninguno de sus oficiales lo acompañó cuando regresó de nuevo desde Haití para reemprender la lucha.
El nuevo fracaso en 1818 para tomar a Caracas lo llevó a reflexionar sobre la importancia de su ciudad natal, que le había costado liberar.
Decide entonces invadir a Nueva Granada, allí se reivindicó como dirigente militar con el paso del páramo de Pisba y luego, con las batallas de Boyacá y Pantano de Vargas, sellando rápidamente la independencia de ese virreinato.
Al regresar a Angostura con su liderazgo renovado encontró un ambiente propicio para lograr su tan anhelado deseo de tomar Caracas y terminar la guerra de independencia en Venezuela.

La suerte le acompaña

España se estaba preparando para enviar un fuerte contingente hacia América, en refuerzo a los llegados en 1815 con el general Pablo Morillo. Pero dentro de ese ejército existía un fuerte partido que se inclinaba por la Constitución de Cádiz, lo cual degeneró en la rebelión del general Rafael del Riego y del coronel Antonio Quiroga en 1820.
Este movimiento impidió el embarque de las nuevas tropas reales logrando la imposición de la constitución de Cádiz por parte de Fernando VII, quien inmediatamente giró instrucciones para que Pablo Morillo iniciara conversaciones de paz y el cese de las confrontaciones. Bolívar dijo en carta a Santander, al conocer la noticia: “Nuestra causa se ha decido en el tribunal de Quiroga”.
Estas palabras también fueron proféticas. Desde ese momento la situación de la guerra en Venezuela fue otra, favorable a la causa de los patriotas.
Oficiales y soldados realistas se sintieron abandonados por el rey español y los criollos que militaban en su bando comenzaron a pasarse en masa al ejército patriota. Se dio la entrevista entre Pablo Morillo y Simón Bolívar, firmándose un armisticio y un tratado de regulación de la Guerra, con el cual se daba fin a la guerra a muerte, en un acuerdo humanitario que tomó en consideración los derechos de quienes participaban.
La paralización de las hostilidades sirvió a Bolívar para reorganizar su ejército y para preparar una batalla que diera fin a la contienda. En primer lugar, apoyó el pronunciamiento de Maracaibo a favor de la causa patriota y, luego, planificó una estrategia para evitar la unión de los realistas.

Se prepararon

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El armisticio nos ha servido muy bien para prepararnos con tranquilidad y disponernos del modo más ventajoso. Nuestras divisiones se han reforzado y disciplinado, se han provisto y se han colocado de manera que no le queda al enemigo otro partido que el de presentar, desde luego, una batalla, que podemos nosotros aceptar o despreciar, según nos convenga, escribía Bolívar a Blanco White, el 6 de mayo de 1821.
En este período de inactividad Bolívar y sus oficiales preparan el terreno para la batalla final. Las tropas dispersas en el occidente son llamadas por Bolívar hacia el centro, mientras que las ubicadas en el oriente reciben la orden de realizar ataques aislados para evitar que el enemigo se agrupe y pueda hacerse fuerte.
El general Miguel de la Torre y Pando, quien asume las riendas del ejército luego de la partida de Pablo Morillo, también se prepara. Busca acantonar la mayor parte de sus tropas en el centro del país y ordena a tal efecto el traslado de los ejércitos desplegados en todo el territorio nacional.
Órdenes y contraórdenes llevaron a los ejércitos al campo de Carabobo. Bermúdez había tomado Caracas y atraído hacia esa ciudad gran parte del ejército realista. Rafael Urdaneta, Cruz Carrillo, Manuel Cedeño, Ambrosio Plaza, Juan Bautista Arismendi y muchos otros oficiales realizaron un trabajo combinado que permitió a Bolívar ubicarse en San Carlos donde esperó a las tropas de Páez y de Urdaneta que llegaban sin este jefe por haberse quedado indispuesto en Barquisimeto.
El 20 de junio el ejército reanudó su marcha hacia Carabobo, deteniéndose en Taguanes. Bolívar era el comandante en jefe de ese ejército, como segundo y jefe de estado mayor, le acompañaba el general Santiago Mariño.
La primera división estaba al mando de Páez. Estaban con él el Batallón de Cazadores Británicos, el Batallón Bravos de Apure, los Regimientos de Caballería de Honor: Húsares de Páez, La Muerte, Lanceros de Honor, Cazadores Valientes, La Venganza y una reserva.
La segunda división estaba a cargo del general Cedeño, con los batallones: Tiradores, Boyacá, Vargas y el Escuadrón de Caballería Sagrado. La tercera división estaba a cargo del coronel Plaza, acompañado de los batallones: Rifles, Granaderos, Vencedor en Boyacá, Batallón Anzoátegui y el primer Regimiento de Caballería La Guardia.
En total existía un número aproximado a los 6 mil 500 hombres, según datos de un estudio realizado por Héctor Bencomo Barrios.
Los realistas, por su parte, estaban comandados por el mariscal Miguel de la Torre, acompañado en la vanguardia por Francisco Tomás Morales con los batallones: Burgos, Infante y Lanceros del Rey.
La primera división estaba jefaturada por el coronel Tomás García, teniendo bajo su mando los batallones: Valencey, Barbastro, Hostalrich y Húsares de Fernando VII. La quinta división estaba dirigida por el coronel José María Herrera, con los batallones Ligero del Príncipe, Dragones Leales a Fernando VII y el Regimiento de Caballería Guías del General. Tenían un total aproximado de 4 mil 279 hombres.

La batalla

En la madrugada del 24 se reanuda la marcha hacia el lugar de la batalla. Bolívar y su estado mayor ascienden a la altura de Buena Vista, un lugar desde donde se podía divisar todo el campo. Allí estudiaron la disposición de los batallones enemigos. La mayor parte de las tropas obstruían los caminos que vienen de El Pao, por el sur, y Tinaquillo, por el oeste.
Dispuso el Libertador que un batallón de zapadores, junto a las divisiones de Páez y Cedeño, bordearan el terreno por la Pica de la Mona, con la finalidad de sorprender al enemigo por su derecha, mientras se simulaba un ataque principal por la vía de Tinaquillo.
La división del coronel Plaza inició el fuego por la vía de Tinaquillo, dando tiempo a la llegada de Páez. De la Torre se percata de la maniobra y envía al segundo Batallón del Burgos con dos piezas de artillería para impedir que los patriotas puedan tomar la altura y llegar a la sabana. El fuego nutrido de artillería y fusilería diezmó a los batallones patriotas.
El repliegue patriota se produjo en dos oportunidades, hasta el momento en que el Batallón Británicos pudo formarse y atacar a la bayoneta, haciendo huir a los realistas. Este respiro dio la oportunidad a Páez de reorganizar sus tropas y de acceder al campo abierto.
De la Torre, al ver que Burgos retrocedía, envió como apoyo a los batallones Ligeros del Príncipe y Barbastro, quienes lograron mantener la línea hasta que Páez, con su caballería, los hace retroceder.
El combate estaba decidido. La caballería realista retrocedió, refugiándose en el centro del Batallón Valencey y emprendiendo la retirada por el camino de Tocuyito. Días después, Bolívar entra a Caracas, cumpliendo con aquel designio del 7 de septiembre de 1814.

Igor García / Ciudad CCS.

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